Particularmente sembrados estuvieron el Presidente Rajoy y
el jefe de la oposición, señor Rubalcaba, que fueron desmontando con suma
facilidad todo el andamiaje en el que se basan los supuestos derechos
ancestrales de un pueblo catalán anterior a las criaturas aquellas del
pleistoceno. Es un placer ver como los socialistas patrios recuerdan a veces, no muchas veces, que llevan la e de España.
Mas, por su parte, se quedó en Madrid para no terminar como
Ibarretxe sin saber, pobrecito él, que ya lo es. Tras dar la vuelta al mundo
pidiendo apoyos a su plan soberanista y, no encontrar ninguno, pide hora y
fecha para dialogar con Rajoy. El mismo que ha rescatado a Cataluña de la
debacle económica mientras él gastaba millones de euros en papanatadas
identitarias.
El problema catalán
es que si le damos una mano nos toman un brazo, y si nos negamos, nos acusan de
levantarlo cara al sol. El caso es que hagamos lo que hagamos nunca estarán
contentos. Todo es el resultado de una educación nacionalista basada en un
fraude monumental. Quieren la independencia y no quieren que el resto de
españoles votemos lo que, en caso de producirse, nos afectaría a todos. Y
cuando hablamos de afectados, no me refiero a esos becarios que fueron al
parlamento español a hacerse las víctimas, sino del coste económico que tendría
para todos la independencia de un territorio que siempre ha sido español.
Si los becarios estuvieron a la altura del betún, los de la
izquierda más bermeja demostraron, una vez más, que han apoyado todas las
iniciativas que suponen dar muerte a la nación más antigua de Europa. Esa a la
que ellos consideran nacida de la guerra civil. Cayo Laro y Llamazares, que no
son becarios, de votar iniciativas como la de ayer en países como Francia o
Estados Unidos, tendrían prácticamente imposible volver a tener presencia en
sus parlamentos, pues el único sitio en el que les admitirían sería en las
canteras como picapedreros. Un lugar que también deberían conocer esos
separadores que llaman lengua tribal al catalán y que insultan a todos los
catalanes a diario, sean o no independentistas. Y les recuerdo que apoyar la independencia no convierte a nadie en nazi como sostiene la derecha más rancia que une a su anticatalanismo, el madridismo y las querencias taurinas.
El drama catalán no es sólo crear una generación en el odio
a todo lo español, sino que encima, han sido incapaces de presentar un solo producto
cultural de primera mano. Si hablas de cine, es un desierto total. Si tocas la
literatura, nadie ha podido, ni de lejos, igualar al maestro Pla. En verdad,
con Franco tenían la excusa de que no publicaban o hacían versos de calidad por
aquello de la censura. Hoy no hay pretextos que valgan que justifiquen su falta
de grandeza. Yo, por mi parte, cansado de subyugar Cataluña, me voy a dedicar
el resto de mi existencia a someter otros territorios. Así, con la venia, pongo
mis ojos en Baviera para hacer lo mismo que antes con los territorios dominados
por Barcelona, agotar sus existencias. No se extrañen si la próxima Oktoberfest
no se celebra por falta de cerveza. A partir de ahora no voy a escribir más de
esos separatistas y, mucho menos, de esos separadores que escupen odio por todo
aquello que es, o parece catalán.
Hans; ein Bier bitte.
Hans; ein Bier bitte.
Adéu.
Sergio Calle Llorens
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