Los catalanes comparten con los andaluces una incapacidad
manifiesta para entender la realidad circundante; cada uno con sus taras y otros
con su rollo identitario. Ambos pueblos son incansables al desaliento a la hora
de hacer el más monumental de los ridículos. Y Rajoy, como no podía ser de otra
manera, les ha tomado la medida. Ya habrá tiempo, supongo, de tratar la relación
del Presidente español para con Andalucía porque hoy toca Cataluña.
A una gran parte del electorado más próximo a la extrema
derecha le hubiera gustado una actitud más contundente para con el órdago catalán.
Pedían un día sí, y otra también, que el ejército español comenzara a bombardear Barcelona. Empero, Rajoy ha puesto a funcionar todos los
mecanismos del estado para impedir, primero la consulta y, más adelante,
desactivar todo el proceso. El resultado es que la reacción del gallego ha sido
la de ningunearles a sabiendas de que en la UE no moverán jamás un músculo por un territorio
que aspira a la independencia. El error táctico de Mas es el de no haber
entendido a tiempo que sólo lo iba a recibir la jefa de las limpiadoras de
Bruselas porque, sencillamente, no es más que un presidente de una región menor
que, además, tiene un historial largo de enfermedades mentales.
El empeño de los nacionalistas catalanes es mostrar al mundo
una España totalitaria heredera de los tiempos de Francisco Franco, de ahí sus
deseos de sufrir una invasión para así convencerse y convencer a la opinión pública
mundial de que viven oprimidos por un estado
invasor. La imagen del primer carro de combate doblando por la Diagonal les sumiría en
la más absoluta de las felicidades. Como no ha ocurrido, ni va a ocurrir, el
boxeador catalán reparte mandobles en un cuadrilátero vacío, sin rival y, poco
a poco, se va cansando de su propio juego de pies, sin que los espectadores
reparen en él, con un Rajoy que asiste divertido desde lo más alto del pabellón
y, para más escarnio, fumándose un puro. Comprueba como a cada minuto que pasa,
el púgil independentista se encuentra cada vez más sonado sin ni siquiera haber
recibido golpe evidente alguno del supuesto enemigo.
No hay nada más que enfade a un independentista catalán que
les ignore y, eso precisamente, es lo que ha estado pasando hasta ahora. Acostumbrados
a políticos incapaces de esconder sus cartas, Rajoy demuestra ser un gran
jugador de mus. Estamos ante uno de los hombres más crueles que jamás haya
señoreado en La Moncloa.
El error de las independentistas ha sido pensar que tenían
que convencer a Europa de las bondades de su plan secesionista cuando, en
realidad, era al resto de ciudadanos españoles a los que no han sabido
cortejar; años de agravios y de insultos hacen imposible un acuerdo
medianamente razonable. La consecuencia inmediata es que Mas camina derechito
hacia su tumba política y, con él, su plan para convertir a Cataluña en nuevo
estado de la UE. Y todo
sin disparar un tiro, con inteligencia y haciendo caso omiso a los partidarios
de la mano dura.
El problema de Cataluña no es que no tenga la bomba atómica,
sino que nunca ha querido tenerla. Les falta el deseo de ser realmente
independientes porque eso requiere todo aquello que no tienen; inteligencia y
astucia. Sencillamente se vive muy bien de la independencia pero, por supuesto,
no tanto siendo independientes. Ladrarán un rato más y serán respondidos por
los extremistas del otro lado pero, al final en sus pasaportes seguirá poniendo
aquello de nacionalidad española. Crecerá su frustración pero, entre ustedes y
yo, me importa un cojón de pato los sentimientos colectivos del personal. Al final, 2014 va a ser un gran año.
Sergio Calle Llorens
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