Los individuos se convierten en masa y, éstos a la vez se
transforman en turba con todas las taras que eso conlleva. Entre ellas seguir
al rebaño sin preguntarse que tiene en la cabeza el pastor o pastores que lo
dirigen. Se trata de que el ciudadano piense por sí mismo. Una función que el
poder contempla peligrosísima. Para lograrlo, hay que formar desde la base con
el objeto de que parte de los futuros votantes se identifiquen con una
determinada ideología, especialmente de izquierdas si nos atenemos al caso
andaluz.
No reparan en gastos en propaganda oficial y, cuando se les
termina el dinero de los demás, acuden a los amigos para que visiten a nuestros
escolares en los institutos. Les pongo un ejemplo, en un instituto malagueño un
profesor decide que un tal Quero les de una charla a los niños tras proyectar
el documental Españistán. Un buen trabajo que se explique realmente bien
conceptos como la deuda o la burbuja inmobiliaria. Incluso se toca la ambición
desmedida de la banca y la crisis crediticia de los Estados Unidos. Todo en clave
de humor con mensajes certeros y directos al grano. La cosa se complica cuando
toda la culpa de la crisis actual recae en el gobierno de José María Aznar y,
pase más que de puntillas por la responsabilidad del ejecutivo de Rodríguez
Zapatero como muy bien apuntaba esta misma semana el ex ministro Solbes.
Como les digo se trata de monopolizar la ideología de los
estudiantes. Quieren y, creo que lo consiguen, una identificación con la
izquierda andaluza que nos está llevando a la ruina. Habría que recordarles que
a los niños no hay que enseñarles a pensar de una determinada manera, sino a
pensar. Es la base de la ideología liberal que apuesta por la posibilidad de
que los otros puedan estar en lo cierto y uno ser el equivocado. Con este tipo
de propaganda lo que se consigue es que los estudiantes no sean nunca
ciudadanos libres sino súbditos de una ideología que jamás apuesta por la
libertad con mayúsculas.
No le puede extrañar a nadie que hoy en España se confunda a
los grupos antifascistas con democracia y destrozar el mobiliario de una
universidad pública con un avance hacia la resolución de los conflictos
sociales. Incluso todavía hay gente que considera justificado cualquier ataque
verbal o físico hacia la derecha. Toda esta perversión empieza en los institutos
que, en caso de tener un caldo de cultivo radical en los hogares, puede acabar
en algo terrible.
Estoy convencido de que el director del instituto en
cuestión no habrá visto nada malo en la proyección del vídeo pues, por
supuesto, coincide con su ideología. Es más, con toda seguridad se marcha a
casa sintiéndose un gran educador y una excelente criatura. Sin embargo imaginemos
el ejemplo contrario; pensemos por un momento en un maestro que decide
proyectar un reportaje sobre los ERE en Andalucía, o que verse sobre la
corrupción en los sindicatos o el enchufismo del gobierno de la taifa del sur.
Y mientras lo imaginamos, pueden estar seguros de que ese profesor seria
acusado de manipular a los estudiantes, de facha y, en menos que canta un
gallo, se le abriría un expediente en el mejor de los casos y, en el peor se le
apartaría de la enseñanza. Faltaría más.
Los profesores de instituto que admiten esta manipulación
ideológica deberían reflexionar sobre el fracaso escolar en Andalucía. Décadas
en las que todos los informes europeos señalan a la región más pobre de España
como la peor en educación de todo el viejo continente. Como tienen mucho tiempo libre por
aquello de las huelgas, podrían centrarse en explicar las causas por las que
los consejeros y altos cargos de la
Junta de Andalucía tienen a sus hijos estudiando en centros
privados. Ellos, supuestos defensores de la enseñanza pública, ellos que
gobiernan desde los albores de la autonomía. Pero claro eso sería llevar
demasiado lejos el pensamiento. Es mucho mejor ir de profe progresista por la
vida, con un ejemplar del diario El País bajo el brazo comentando los grandes
programas que tiene la Sexta. Esta actitud acentúa más si cabe el manto de incultura y
desinformación que envuelve a la sociedad andaluza. Esa cobardía explica la
causa por la que Andalucía es un régimen donde hasta el más lerdo puede
trabajar de profesor emérito. Podría hacer un corto llamado Andalustáin en el
que explicaría como hemos llegado aquí, pero no habría instituto en la República Bananera
de Andalucía que lo proyectase. Disparar mi arma en un mundo de sordos no tiene
demasiado sentido.
Sergio Calle Llorens
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