La legislación feminista que nos ha convertido a los hombres
en delincuentes peligrosísimos. Ahora gracias al zapaterismo y a los
acomplejados del PP, los seres que tenemos colita podemos ser condenados por
cualquier asunto menor. Lo de la presunción de inocencia no se aplica al sexo
masculino. La legislación establece que somos culpables hasta que no se
demuestre lo contrario que, como sabemos bien, es siempre que lo diga una mujer
aunque el testimonio sea más falso que un político besuqueando niños.
Lo grave es que con todas las leyes anti-hombres no han
podido evitar las muertes de miles de damas a manos de sus asquerosas parejas
machistas. Y que exista ese tipo de hombre no es razón suficiente para
criminalizar al resto de los señores que, como saben, jamás hemos usado la
violencia contra las mujeres. No es de recibo y atenta contra el sentido común,
que es el menos común de los sentidos, pensar que todos estamos cortados por el
mismo patrón. A día de hoy, en caso de divorcio la mujer se queda prácticamente
con todo y el hombre, como no podía ser de otra manera, en la ruina más
absoluta. Eso si la susodicha no tiene a bien presentar denuncia falsa y que
den con nuestros huesos en la cárcel. Ya les digo, yo estaría dispuesto a no
cambiar ni una coma de esas leyes, si con ellas se terminan los asesinatos de
señoras maltratadas.
Algo debemos de estar haciendo mal entre todos porque las
muertes de mujeres es producto de un fracaso colectivo que, como les digo, no se
arregla con la criminalización de los hombres. A día de hoy, cada vez son más
los señores que pasados los 40 huyen de las relaciones serias con ellas. A cada
minuto crece el número de varones que no está dispuesto a arriesgarse en nuevas
aventuras femeninas. A lo máximo, sexo sin compromiso y si te he visto no me
acuerdo. Muchas dirán que ese tipo de hombre tiene menos huevos que un flan de
sobre, pero no es cuestión de testiculina sino de vivir en paz lejos de los
peligros actuales que llevan las relaciones serias.
El propósito de la vida en pareja es la de convertir la
potencialidad de la perfección en la actualidad de la misma y, eso no le sucede a muchos individuos que
sufren una dictadura silenciosa a mano de sus parejas sin haber hecho nada malo
por merecerla. A día de hoy, se vive mucho mejor solo y sin ataduras de ningún
tipo. Al menos eso es lo que siente un crecimiento número de hombres a los que
jamás amparará la justicia española que, ni es justicia, ni es nada.
Ser hombre en España hoy es más peligroso que un tiroteo en
un ascensor. Basta que discutas con una dama para que te recuerde que en caso
de conflicto, lo digo por experiencia, que un juez siempre la creerá a ella. Por eso
mi amigo Andrés jamás contrata a mujeres escarmentado de la vida junto a ellas.
Por ello, Albert siempre deja la puerta abierta de la oficina para que todos
oigan y vean perfectamente. Por tal causa, José Manuel ha decidido no volver a
casarse con mujer alguna aunque pase más hambre que el perro de Chocapic.
Las leyes españolas junto a las concentraciones en los
ayuntamientos cada vez que matan a una mujer no sirven absolutamente para nada.
Y esos aplausos tras terminar el minuto de silencio, pero qué coño aplauden, son
brindis al sol que quedan muy bien a la hora del telediario. Fuera de las
reuniones sesudas de las feministas y lejos de las cabezas pensantes de los
legisladores, existe una realidad tangible; hay miles de hideputas dispuestos a
quitarle la vida a una mujer y, a su vez, existen miles de mujeres que hacen
que paguemos justos por pecadores con la ayuda inestimable de una gran parte de
la ciudadanía. Una vez la sociedad española yerra el tiro. Ya he perdido la
cuenta.
Sergio Calle Llorens
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