El gran mérito de Dinamarca es haber transformado una
sociedad eminentemente agrícola en una tecnológica. Además han desterrado la
corrupción y el nepotismo, dos virus muy dañinos que carcomen los cimientos de
cualquier sociedad civilizada. En Andalucía, en cambio, no hay mérito alguno
que no sea el latrocinio institucionalizado como forma de gobierno.
Los sindicatos en Dinamarca se financian con el dinero de
sus afiliados y tienen un gran poder. Son necesarios y han sabido adaptarse a
los nuevos tiempos. Nada de fraudes de ERE o de concesión de avales al margen
de la norma y excediendo el límite presupuestario. Y de fiestas, putas y
cocaína con dinero de los parados, naranjas de la China.
Los empresarios en Dinamarca invierten en la formación de
sus trabajadores y, como no podía ser de otra manera, se respetan los acuerdos
firmados. En Andalucía, en cambio, confunden la explotación del trabajador con
la única forma de ganar dinero en una sociedad globalizada.
Los trabajadores en Dinamarca ven a la empresa como una
parte importante de sus vidas y, por supuesto, saben como ser productivos. En
cambio, en el reino de la chalaura, confunden movimiento con rendimiento y dar
vueltas con avanzar. Lo fían todo al presentismo pensando que pasar muchas
horas sentados en la silla es equivalente a un buen rendimiento.
En Dinamarca, cualquier imputado que fuese diputado- véase
Sánchez Gordillo- sería cesado fulminantemente. Incluso la contratación de un
familiar, aunque fuese lejano, sería motivo suficiente para terminar con la
carrera de ese político. En la república bananera sureña, no hay Ayuntamiento,
Diputación y no digamos la Junta ,
que no tenga a miles de familiares mamando de la teta común.
Los daneses son un pueblo culto y responsable que lee y
tiene una amplia visión del mundo. Entienden que la responsabilidad personal es
fundamental para el buen desarrollo de su sociedad. No hay sitio para pagar sin
facturas, para evitar contribuir con los impuestos y, además, están orgullosos
de ello. Andalucía, aunque a algunos les duela, ocurre todo lo contrario.
En Dinamarca las casas están preparadas para el frío
mientras que en la ridícula taifa del sur, en las viviendas hace más frío que
en algunas zonas de Copenhague. La única forma para escapar del frío es a la
manera de los osos; poniéndote jerseys hasta que la pelada remita. Un tema nada
baladí que explica que unos analizan fríamente y otros son los reyes de la
improvisación.
En Dinamarca, cualquier político que defienda la sanidad o
la educación pública que use la privada, es rechazado de tal manera que incluso
tendría que dejar el país. Nada que ver con los Chaves, Zarrías y Griñán cuyos
vástagos han estudiado en centros selectos cuyas matrículas no se las pueden
permitir el común de los mortales.
En Dinamarca hay pleno empleo y en Andalucía pleno paro. Lo
increíble es que tanto daneses y andaluces están orgullosos de sus respectivos
logros en el tema del trabajo, aunque en el reino del esperpento, los únicos
que trabajen son los socialistas y sus enchufados. En conclusión, Dinamarca es
un país serio aunque en el resto del mundo no tengan ni idea sobre su cultura.
Por su parte, Andalucía es conocida en todo el mundo por su flamenco, su
participación en la conquista y colonización de América, por sus pintores, sus
escritores y sus magníficas playas. Empero, nadie en su sano juicio, de tener
que elegir, cambiaría Dinamarca por el reino de las soluciones demoradas. Sé
que mis palabras hieren muchas sensibilidades pero yo no vine aquí para hacer
amigos, sino para contarles lo que otros callan.
Sergio Calle Llorens
LLámame o dime algo en el libro2008@gmail.com Te mando emails y me los devuelve el postmaster.
ResponderEliminarMe olvidé decir que soy Pedro de Tena
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