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sábado, 23 de noviembre de 2013

DINAMARCA Y ANDALUCÍA

El gran mérito de Dinamarca es haber transformado una sociedad eminentemente agrícola en una tecnológica. Además han desterrado la corrupción y el nepotismo, dos virus muy dañinos que carcomen los cimientos de cualquier sociedad civilizada. En Andalucía, en cambio, no hay mérito alguno que no sea el latrocinio institucionalizado como forma de gobierno.

Los sindicatos en Dinamarca se financian con el dinero de sus afiliados y tienen un gran poder. Son necesarios y han sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Nada de fraudes de ERE o de concesión de avales al margen de la norma y excediendo el límite presupuestario. Y de fiestas, putas y cocaína con dinero de los parados, naranjas de la China.

Los empresarios en Dinamarca invierten en la formación de sus trabajadores y, como no podía ser de otra manera, se respetan los acuerdos firmados. En Andalucía, en cambio, confunden la explotación del trabajador con la única forma de ganar dinero en una sociedad globalizada.

Los trabajadores en Dinamarca ven a la empresa como una parte importante de sus vidas y, por supuesto, saben como ser productivos. En cambio, en el reino de la chalaura, confunden movimiento con rendimiento y dar vueltas con avanzar. Lo fían todo al presentismo pensando que pasar muchas horas sentados en la silla es equivalente a un buen rendimiento.

En Dinamarca, cualquier imputado que fuese diputado- véase Sánchez Gordillo- sería cesado fulminantemente. Incluso la contratación de un familiar, aunque fuese lejano, sería motivo suficiente para terminar con la carrera de ese político. En la república bananera sureña, no hay Ayuntamiento, Diputación y no digamos la Junta, que no tenga a miles de familiares mamando de la teta común.

Los daneses son un pueblo culto y responsable que lee y tiene una amplia visión del mundo. Entienden que la responsabilidad personal es fundamental para el buen desarrollo de su sociedad. No hay sitio para pagar sin facturas, para evitar contribuir con los impuestos y, además, están orgullosos de ello. Andalucía, aunque a algunos les duela, ocurre todo lo contrario.

En Dinamarca las casas están preparadas para el frío mientras que en la ridícula taifa del sur, en las viviendas hace más frío que en algunas zonas de Copenhague. La única forma para escapar del frío es a la manera de los osos; poniéndote jerseys hasta que la pelada remita. Un tema nada baladí que explica que unos analizan fríamente y otros son los reyes de la improvisación.

En Dinamarca, cualquier político que defienda la sanidad o la educación pública que use la privada, es rechazado de tal manera que incluso tendría que dejar el país. Nada que ver con los Chaves, Zarrías y Griñán cuyos vástagos han estudiado en centros selectos cuyas matrículas no se las pueden permitir el común de los mortales.

En Dinamarca hay pleno empleo y en Andalucía pleno paro. Lo increíble es que tanto daneses y andaluces están orgullosos de sus respectivos logros en el tema del trabajo, aunque en el reino del esperpento, los únicos que trabajen son los socialistas y sus enchufados. En conclusión, Dinamarca es un país serio aunque en el resto del mundo no tengan ni idea sobre su cultura. Por su parte, Andalucía es conocida en todo el mundo por su flamenco, su participación en la conquista y colonización de América, por sus pintores, sus escritores y sus magníficas playas. Empero, nadie en su sano juicio, de tener que elegir, cambiaría Dinamarca por el reino de las soluciones demoradas. Sé que mis palabras hieren muchas sensibilidades pero yo no vine aquí para hacer amigos, sino para contarles lo que otros callan.

Sergio Calle Llorens


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