España no es un país para viejos. Resultado de
30 años de educación socialista, con su LOGSE nos han conducido al fracaso. Por
su parte, el PP está empeñado en recortar en todo menos en cargos políticos. La
izquierda quiere liquidar a la nación y los nacionalistas han fracturado
Cataluña en dos grupos enfrentados a imagen y semejanza de los vascos. El
panorama es tan oscuro como el corazón de Fidel Castro.
Una pone la televisión y le entran ganas de
salir corriendo. En la Sexta
apenas hay espacio para los casos de corrupción del PP. Creo que nadie puede
imaginar esa cadena sin el caso Barcenas; ¿qué harían, de qué hablarían?
Mientras en Andalucía, los sindicalistas son detenidos por el caso de los ERE
fraudulentos y, los intelectuales, no confundir con la inteligencia, callan
pues está mal visto discrepar de los suyos. En Baleares, el PSOE se opone al
trilinguismo y vota en contra que el español sea lengua vehicular. Por su
parte, la prensa de derechas echa más leña al fuego con su anticatalanismo
visceral. Para complicar las cosas, los tarados de Twitter se jalean en esa
guerra civil inacabada que ahora se combate en las redes sociales.
La política debiera ser el arte del
compromiso, del ceder para buscar una mejor opción en nuestra educación y
economía. En cambio, apenas tenemos una partitocracia cuyo fracaso puede verse
en el hecho de que alguien con tan poco talento como Celia Villalobos haya
llegado a Vicepresidenta del Congreso de los Diputados.
En España sale más barato robar mil millones
de euros que llevarse una pata de jamón de un supermercado, siempre y cuando no
seas del sindicato de Sánchez Gordillo. Incluso dedicarse a las prácticas
terroristas le permite a algunos tener un retiro de lujo tras pasar algún
tiempo a la sombra. La policía no es respetada porque no se hace respetar. Las
leyes están hechas para los delincuentes. Ser honrados conlleva penalización. La
corrupción es el ADN de la democracia española que, junto a la estupidez del
pueblo, completan un cuadro siniestro y oscuro.
Con un presente tan sombrío, es imposible
tener un futuro brillante. A día de hoy nada funciona y nada funcionará en los años
venideros. No hay esperanza. Cambiarán las caras para que manden los mismos y
todo siga igual. La causa es simple, llevamos siglos soportando el caciquismo,
el nepotismo de una aristocracia que vive de la sangre del pueblo inculto. A veces, cada cual reacciona
según su propia armadura ideológica y política pero la verdadera catarsis no
llegará jamás.
Europa y, el resto del mundo, nos mira
asombrados. No entienden nuestra capacidad de resistencia. Nos conocen bien.
Saben que somos un país de panderetas y descerebrados que no necesita enemigos
pues ya nos tenemos a nosotros mismos. Ahí tienen el informe Pisa sobre la
población adulta española. El español queda bien en las fiestas, preparando
sangría y tocando el claxon, o las pelotas con el derecho a decidir, con sus
taras mentales, con sus locuras y sus manías de tirar todo por la borda.
España, en definitiva, no es país para viejos, ni para jóvenes, ni para
estudiantes, ni para becarios, ni para médicos, ni para enfermeras, ni para
investigadores, ni para empresarios, ni para gente independiente, tan sólo es
tierra para la casta política. Para qué seguir. Lo mejor es marcharnos y que se
queden ellos aquí solitos.
Sergio Calle Llorens
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