En realidad, los partidos políticos andaluces
montan sobre la cloaca sureña sus endebles y míseras convicciones apoyados por
la televisión autonómica. Ese nodo andaluz heredero de la televisión franquista
que sigue retratando a los andaluces como vagos pero muy divertidos. Un canal
que ha vendido como propia la música de la Andalucía occidental como bien común de todos los
lugareños de la región. En realidad, las sevillanas- seguidillas andaluzas- son
tan propias de Málaga o Almería, como el tango argentino. También es
conveniente recordar que hasta hace dos
décadas, nadie tenía ni puñetera idea de lo que era un coro rociero en el
mediterráneo. Así que la medida ha dejado al personal más planchado que una
sepia al ajillo.
Doña Esperanza, a pesar de llevar mucho tiempo
entre nosotros, no entiende lo que es el mediterráneo y, lo que le hace
diferente. Aquí las ferias son abiertas y, cada cual baila al ritmo de la
música que le apetece. Lo de entrar en las casetas, se sobreentiende, pues aquí
no hay nadie forastero. Por ello, yo prefiero mil veces más la Feria de Málaga a la
catetada de la Feria
de Sevilla. Y eso, que no soy muy feriante. También me ponen más las Fallas que
el Rocío de Huelva donde la gente va, literalmente, a follar, a emborracharse y
a tomar el polvo del camino. Seamos claros.
Además de no entender absolutamente nada, Doña
Esperanza establece con su medida, que la libertad se ejerce todos los días del
año. Y ella, por muy alcaldesa que sea no es nadie para prohibir los gustos
musicales de los demás. De ganar mañana otra formación, podrían prohibir las
sevillanas y hasta el chotis. Cuestión de filias y de fobias. Huelga decir que
serán muchos los que se nieguen a ir a partir de ahora a una Feria que pretende
ser una mala copia de la de la ciudad del Guadalquivir. Si los fenómenos de
adulación colectiva me exasperan, el folclore andaluz me produce arcadas y, no
puedo hacer nada para remediarlo. La simple presencia de un coro rociero me
hace escupir espuma por la boca. Eso sí, yo no soy nadie para decirle a la
gente con el tipo de música con la que se debe divertir. Es cuestión de
libertad. Es obvio que tras un socialista andaluz se encuentra un ladrón, pero
detrás de un popular hallamos casi siempre un bobo elevado a la enésima
potencia.
La obsesión controladora de nuestros políticos
no tiene límites. Se meten con lo que comemos, fumamos, bebemos y hasta lo que
tenemos que bailar. En Andalucía la cosa se complica con la mirada paranoica y
obsesiva de canal sur. Ese engendro que pagamos todos los sureños para que cada
segundo haya coplas, toreros y folclóricas trasnochadas. La Alcaldesa de Fuengirola
y su prohibición es volver a lo mismo. Al rollo del Sevilla tiene un color
especial, a los Romeros de la
Puebla y a la madre que los parió. Es la imagen del Valle del
Guadalquivir junto a la patria salada, con sus coches de caballos, ellos
vestidos de terratenientes y, ellas de faralaes. Con esa música y esas pintas,
no hay nadie que pueda tomar en serio a Andalucía y, mucho menos, a la ínclita
alcaldesa que se acaba de ganar el
título de boba del mes y a principios de octubre.
Sergio Calle Llorens
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