Páginas

viernes, 5 de abril de 2013

LA VENTANA INDISCRETA


En la ventana indiscreta, el maestro del suspense coloca al espectador en el lugar del protagonista de la película a base de hacerle ver lo que él ve. Contemplar a la joven bailarina ligerita de ropa u observar a corazón solitario hundida en la niebla de su soledad provocan sentimientos encontrados en todos nosotros. Hichcock lleva el voyerismo hasta sus últimas consecuencias. ¿Quién podría dejar de mirar a la vecina de enfrente mientras se desnuda? Y es este voyerismo lo que el inglés aprovecha para crear una obra maestra del suspense.

En la cinta, el fotógrafo L.B Jeffries se ve forzado a permanecer en casa a causa de un accidente laboral. Con la pierna escayolada pasa el tiempo ante una ventana que da a un patio de vecinos. Las horas pasan lentas, tediosas, recibiendo alguna visita esporádica y, sobre todo, observando desde su atalaya. Con el zoom de su cámara contempla el espectáculo de las debilidades humanas. Jeff se siente culpable por su nuevo papel de mirón, pero una extraña fascinación le atrapa por el universo que se abre ante sus ojos. Curiosamente, las dos únicas ventanas del patio que permanecen cerradas, son las de una pareja de recién casados que hacen el amor a todas horas y la de un caballero que ha matado a su pobre mujer enferma. Completan el edificio la pareja sin hijos, el compositor que ahoga sus penas porque las musas no vienen a nunca a visitarlo, la hermosa bailarina. A todos ellos, los conocemos a través de Jeff y de Hitchcock.



La genialidad cinematográfica del inglés estriba en que en una misma escena vemos un primer plano de James Stewart. Mira por la ventana y ve un perrito al que bajan al patio en un cesto; volvemos a ver al de Indiana que sonríe. Ahora en lugar del perrito que baja en un cesto, contemplamos a una muchacha semidesnuda ante su ventana abierta. De bueno a sátiro en cuestión de segundos. En ningún momento, la cámara de Hitchcock abandona la habitación de Jeff. Empero, las historias cobran vida a un ritmo ágil que envuelve al espectador como una niebla fantasmagórica al anochecer. En ninguna otra película de Hitchcock, sus personajes hablan menos haciendo verdad el dicho de que una imagen vale más que mil palabras. Como no recordar esa primera imagen de la película donde Stewart está sentado de espaldas a la ventana. Duerme. Después un vistazo rápido al patio y a su interesantes vecinos para tornar a la firma de la escayola de nuestro protagonista; L.B Jeffries. En el siguiente plano se encuentra una cámara rota y unas fotos enmarcadas. De ellas deducimos, elemental querido Watson, que estamos ante un importante fotógrafo.



La idea del a Ventana Indiscreta le vino a Hitchcock sugerida por dos hechos reales; los casos McMahon y Crispen. Ambos fueron descubiertos por detalles similares a las que se narra en la película. Inicialmente, el director quería rodar en edificios reales pero debido a la mala iluminación de los mismos le hizo desistir, optando por unos decorados construidos porla Paramounty que incluía, por supuesto, los treinta apartamentos. Hitchcok, en un alarde de perfeccionismo, llegó a situar en una dirección real de Nueva York (125 Cristopher Street en Greenwich Village). Desgraciadamente para él, la ley norteamericana prohíbe que en las películas se ubique un crimen en una dirección existente, por lo que se vio obligado, muy a su pesar, a cambiar el nombre de la calle para el rodaje.



En la ventana indiscreta, una elegante Grace Kelly hace el papel de Lisa Carol Freeman. Modelo que aspira a casarse con el fotógrafo L.B Jeffries. En cada escena, la vemos con un vestuario distinto, incluyendo ropa de noche. La actriz de origen irlandés luce como una estrella brillante en la bóveda celestial. Según contó la que más tarde sería Princesa de Mónaco, había una razón para cada estilo, para cada color. Todo estaba perfectamente planeado por la mente del genio del suspense. Es uno de los elementos que une a Grace con el resto de las mujeres del film que vemos a través de la ventana indiscreta de su novio. La elegancia de Kelly portando los trajes elegidos por la diseñadora de modas Edith Head, dan a la película un toque de clase sublime en contraste, por supuesto, con el estilo descuidado de su novio. Un hombre que tiene pánico a los compromisos y que encuentra en la vida de los otros, una buena forma de huir de ese enlace matrimonial que tanto teme. En ninguna otra película, Grace Kelly ha estado tan guapa y radiante.

Hitchcock demuestra su erotismo hacia el voyerismo y disfruta con la belleza de las mujeres bellas. Proyecta como nadie esa dinámica sexual entre hombre y mujer. Y es que todo el cine del inglés es un ejercicio de observación de los secretos de los demás. En Psicosis, Norman Bates usa un agujero tras un cuadro para ver a las mujeres desnudas. En los Pájaros, Melanie Daniels, (Tippi Hendren), se esconde para ver la reacción del protagonista masculino cuando encuentre en la casa la jaula con los dos periquitos. En La Ventana Indiscreta, Hitchcock lleva más lejos la práctica de ver sin ser visto tratando sus consecuencias. Es un intento de comprender mejor la condición humana y, si se puede, tratar de mejorarla. Inmiscuirse en la vida de los demás, o simplemente pasar de largo cuando vemos al prójimo en apuros. Eso es lo que plantea, en definitiva, la película.

Jeff decide que debe de hacer algo para que el crimen de su vecina no quede impune. Él comprueba que detrás de esas paredes se encuentra el bien, la desgracia, el amor pero también la maldad de un criminal. Con la ayuda de su novia, inician un peligroso juego en el que se las ven con un asesino interpretado por el actor Raymond Burr (más conocido por su papel en Perry Mason). Sublime es la escena en la que Lisa (Grace kelly) se cuela en el apartamento del asesino para hallar una prueba contra él. Cuando encuentra la alianza de la mujer muerta se la pone en el dedo y coloca la mano a su espalda, con el fin de que, desde su ventana, Jeff pueda ver la alianza. Es un doble triunfo; el éxito por haber encontrado las pruebas y la victoria que simboliza su sonrisa al conseguir la ansiada boda con su enamorado.

El film es una obra maestra que con el paso del tiempo sigue ganando en consistencia, como los vinos. Beberse esta copa es una de mis prácticas habituales cuando quiero recordar que el cine fue, una vez, como un cielo de color mermelada anaranjada, saturado de vapores azulados. Del lector depende beber del cáliz de la hermandad de los amantes del suspense. La recompensa, ya les digo, es el paraíso donde Hitchcock es el Dios ominipotente.

Sergio Calle Llorens

No hay comentarios:

Publicar un comentario