Soy escritor, investigador, guionista, profesor de idiomas y muchas cosas más que no caben aquí. También tengo una sección en Espacio en Blanco de RNE. El mundo se divide en dos categorías, los que tienen el revolver cargado, y los que cavan, tú cavas.
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miércoles, 3 de octubre de 2012
EL FANTASMA DE BÉCQUER
La tumba de Gustavo Adolfo Bécquer en el panteón de los sevillanos ilustres, recibe desde hace años los mensajes escritos de personas, la mayoría adolescentes, que piden una intervención de ultratumba para que el poeta, como si no tuviese otra cosa mejor que hacer, les eche una mano en las cosas del querer. Y es que estamos, sin duda, ante el escritor del amor. Su legión de seguidores cuenta que en la propia Sevilla se produjo un eclipse de luna tras la muerte de aquel que siempre estuvo al filo de la navaja de la cursilería. Sin embargo, la imagen que tienen de él nuestros contemporáneos, no se corresponde a la realidad. Y todo por un cuadro.
El retrato que Valeriano le hizo a su hermano Gustavo Adolfo Bécquer fue sin quererlo, la imagen que distorsionaría en los años venideros el verdadero rostro del poeta. Una imagen en la que el hermanísimo idealizó a su familiar como una figura romántica y casi divina Y es que nunca antes la famosa frase de una imagen vale más que mil palabras, fue tan incierta. Entre otras cosas porque Don Gustavo, era ante todo un hombre normal con alma de artista que nada tuvo que ver con la creencia popular de alma atormentada que tanto han destacado sus biógrafos. Pero nada en la vida del autor de Rimas y Leyendas es como nos lo han contado. Para empezar, su nombre con el que es conocido, era el quinto. Y así, todo lo demás.
Aterrizado en Madrid, habría echar de menos la luminosidad del sur hasta el punto, de descargar su ira con unos escritos contra la capital del reino. En el foro, escribió como gacetillero en varios diarios nacionales. Su serie Historia de los Templos de España se quedó en Toledo, y ya nunca más vio salir más números, como tampoco vio salir amor del corazón de Julia Espín, mujer de grandes miras económicas. Su matrimonio con un ministro de la época, de hecho, fue un rotundo éxito desde el punto de vista económico. Pero lejos de atormentarse por esta relación fracasada, el precursor de la poesía moderna española, encontró consuelo en los brazos de otras damas; incluida una monja de Valladolid. Años después se identificó a Elisa Guillen, esa “dama de rumbo y manejo” de la ciudad castellana con la religiosa. Sea como fuere, el poeta, por razones obvias tuvo que dejar esta aventura. El 19 de mayo de 1861 se casó precipitadamente con Casta Esteban y Navarro que, dicho sea de paso, era de todo menos casta. Al parecer se conocieron en la consulta de su padre, donde el sevillano acudía para ser tratado de una enfermedad venérea. Aquello tuvo toda la pinta de ser un matrimonio de conveniencia pues Casta, con su afamada fiebre uterina, no era un buen partido para nadie.
De 1858 a 1863, la Unión Liberal de O´Donnell gobernaba España y en 1860, González Bravo, con el apoyo de un afamado financiero, funda el Contemporáneo donde nuestro poeta encontró un puesto de redactor. En esta época nacen varias de sus obras. Bécquer seguía la política con pasión, casi tanta como la vida. Es un hombre con éxito, respetado y cuyas preocupaciones le vienen de las infidelidades de su esposa que, además, le ha dado tres hijos, y de su enfermedad; la tuberculosis. La misma que le llevará a la tumba. Su obra mezcla lo oriental y lo exótico, la muerte y la vida de ultratumba, el tema religioso y el embrujamiento y la hechicería. Yo, por mi parte, nunca olvidaré como empezaba el Miserere o su leyenda de la Santa Compaña que, todo hay que decirlo, releí antes de adentrarme una noche en un bosque gallego.
Pero les decía que Béquer era un tipo de lo más normal, mundando, alegre, vivaz al que le interesaba la política. Nunca fue, por tanto, el alma atormentada de la leyenda. Incluso llego a hacer sátira con “Los Borbones en Pelotas”, el precursor del actual jueves con dibujos pornográficos y crítica cruel. Eso sí, si en Sevilla le quieren seguir pidiendo su intervención en cosas de amores, a mí sólo me queda dejar constancia de mi admiración por esa gente optimista irredenta hasta la sepultura, aunque más que rogar, lo suyo sea como pedirle una beca al altísimo. Lo que se tiene que estar divirtiendo el cabronazo de Valeriano.
Sergio Calle Llorens
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