La taifa andaluza se mueve entre las coplillas intrascendentes de Manuel Carrasco, la inteligencia de Remedios Cervantes, y las formas chabacanas de su clase política. Ahora le añadimos la melodía compuesta por el antiguo repartidor de butano, Diego Valderas, la siesta de Javier Arenas cuyos ojos jamás se posaron en un libro, y la lógica arrastrada de Susana Jiménez. Todo a ritmo de unos chupa-sangres que se menean por el sur sin casco. Sólo que los golpes, de su temeraria conducción, se los lleva el atocinado pueblo andaluz en la cabeza. Lejos de aprender la lección, los sureños siguen empeñados en ser timados, una y otra vez, por esos charlatanes. Es como si Forrest Gump los chantajeara, y estuvieran contentos por ello. ¡Olé mi arma!
Cada vez que pienso en la autonomía andaluza, me viene a la cabeza la imagen de una vieja con los pechos por el suelo, y me entran ganas de preguntarle cuantos tontos ha parido en la última camada. Entonces me convenzo de que tal sería mejor que pusiera fin a la alegre jodienda, de tal manera que no alumbrara más criaturas a las que colocar en sus agotadas ubres. Pero siempre hay espacio para un nuevo zangolotino; como Elena Cortés, de IU, la nueva consejera de obras públicas. Una mujer que afirma que la bandera de España es un trapo de colores, y critica al Rey por mandar a callar al mono corroncho venezolano. Aunque su hazaña más comentada, tiemblen, fue aquella en la que salió al balcón de su ayuntamiento haciendo sonar una sirena al paso de una cofradía. Como vemos, ni el hábito hace al monje, ni el apellido Cortés viene acompañado de urbanidad alguna.
Ninguno de estos andaluces conoce el informe realizado por Andrés Rodríguez Pose, catedrático de la London School of Economics y Roberto Ezcurra de la Universidad Pública de Navarra, que señala que “la idea de de la descentralización como fuente de un dividendo económico ha capturado la imaginación tanto de los gobiernos centrales como de los movimientos autonomistas”. Sin embargo, concluyen que “resulta difícil encontrar el supuesto dividendo económico de la descentralización”. Ante este disparate, sólo UPD- partido al que suelo votar- aboga por el vaciado de las comunidades autónomas. Una tesis que, también defiende Esperanza Aguirre. Otra mujer que ha entendido, aunque tarde, la quiebra del estado autonómico basado en 17 miniestados de pacotilla. Aunque Andalucía no ha llegado al nivel de ruina de Cataluña o la comunidad valenciana, el gobierno regional afronta unos vencimientos este año de 1078 euros, a los que hay que sumar otros 1941 millones en euros en bonos y préstamos que vencerán en 2013. La situación límite ha motivado que el gobierno de España vaya a rescatar a sus autonomías con 30.000 millones en hispanobonos. Las cifras, lejos de asustar, motivan al nuevo gobierno andaluz a seguir gastando en sus paparruchas habituales. El pueblo haría bien en pedir el fin del saqueo que ha traído el autogobierno. Sería un mensaje inequívoco a Europa de que el control del gasto va en serio en estas tierras del sur. La alternativa es seguir bajo el yugo de la Junta, y eso es saber que si trabajas duro, como andaluz, tal vez, puedas terminar aparcando coches a los turistas alemanes.
Sergio Calle Llorens
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