Pasear por
Londres es un recorrido nostálgico por las arterias en las que corría la
sangre de la aventura; el barrio de Notting Hill donde fabricamos a nuestro
primer hijo, aquel trabajo de guía turístico junto a la estación de Paddington, el
Convent Garden, las largas caminatas por Hyde Park, el lujo de Chelsea,
las fiestas en los barcos del Támesis, the Tube con sus prisas, las mañanas de sábado
futbolero en Stamford Bridge, las borracheras en el New Porchester
Hotel, los paseos nocturnos junto al río donde me topé con aquel extraño museo
de la tortura y hasta con la tumba de Chaucer, el museo de Madame Tussaud,
las investigaciones sobre Jack the Ripper en Whitechapel, los
pubs, el sexo sin límite, las dulces librerías, el festival de cine, mis amigos
de Australia, los vendedores de prensa gritando Evening Standard y hasta
la casa de Sherlock Holmes.
Pasear por Londres es, en efecto, rozar los
pliegues de la añoranza y, como solía decir uno de mi familia: quan un home
comença a embolicarse está perdut. Así que tomo la Bakerloo Line-
la línea marrón del metro- hasta Warwick avenue. Luego son cinco minutos para
arribar a Little Venice- el barrio más pijo de la ciudad Una zona residencial
llena de puentes, canales y sugerentes mansiones donde se ocultan estrellas de
todo tipo. En uno de los barquitos que me llevó hasta allí, conocí a una linda
pelirroja- una belleza con la que solía cruzarme, y miren que es difícil en una
ciudad de tantos habitantes, por Regent Park. La primera vez me quedé
prendado de su belleza, ella no me miró, pero al girarme, allí estaba ella
mirándome de vuelta. Fue un desmayo de carmín que aún guardo en algún rincón
del ático de mi memoria. Dos días más tarde fuimos a visitar juntos la tumba de
Mary Jane Kelly y luego a tomar algo a Candem Town. Este barrio es la cuna de Amy Winehouse
y de todos los movimientos alternativos de esta urbe. Destacan sus fachadas de
colores y su pintoresco mercado de Stables. Pero dejo el pasado y me
planto en el embarcadero de Camden Lock. Disparo mi cámara en el
mismo lugar y en el mismo sitio donde empezó el resto de mi vida.
Camino por Londres
sin rumbo fijo, pero no me guían mis pies, ni siquiera mi cabeza, sino el corazón.
Pero llego a tiempo para entrar en mi pub favorito en el que suena la banda The Clash
y en la mesa, tal como entonces, dos efectivas pintas de cerveza que brillan
como sus ojos.
Should
I stay or should I go?
Sergio Calle Llorens
No hay comentarios:
Publicar un comentario