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jueves, 2 de diciembre de 2021

¡UN PASEO LONDINENSE!

 


Pasear por Londres es un recorrido nostálgico por las arterias en las que corría la sangre de la aventura; el barrio de Notting Hill donde fabricamos a nuestro primer hijo, aquel trabajo de guía turístico junto a la estación de Paddington, el Convent Garden, las largas caminatas por Hyde Park, el lujo de Chelsea, las fiestas en los barcos del Támesis, the Tube con sus prisas, las mañanas de sábado futbolero en Stamford Bridge, las borracheras en el New Porchester Hotel, los paseos nocturnos junto al río donde me topé con aquel extraño museo de la tortura y hasta con la tumba de Chaucer, el museo de Madame Tussaud, las investigaciones sobre Jack the Ripper en Whitechapel, los pubs, el sexo sin límite, las dulces librerías, el festival de cine, mis amigos de Australia, los vendedores de prensa gritando Evening Standard y hasta la casa de Sherlock Holmes.

 Pasear por Londres es, en efecto, rozar los pliegues de la añoranza y, como solía decir uno de mi familia: quan un home comença a embolicarse está perdut. Así que tomo la Bakerloo Line- la línea marrón del metro- hasta Warwick avenue. Luego son cinco minutos para arribar a Little Venice- el barrio más pijo de la ciudad Una zona residencial llena de puentes, canales y sugerentes mansiones donde se ocultan estrellas de todo tipo. En uno de los barquitos que me llevó hasta allí, conocí a una linda pelirroja- una belleza con la que solía cruzarme, y miren que es difícil en una ciudad de tantos habitantes, por Regent Park. La primera vez me quedé prendado de su belleza, ella no me miró, pero al girarme, allí estaba ella mirándome de vuelta. Fue un desmayo de carmín que aún guardo en algún rincón del ático de mi memoria. Dos días más tarde fuimos a visitar juntos la tumba de Mary Jane Kelly y luego a tomar algo a Candem Town.  Este barrio es la cuna de Amy Winehouse y de todos los movimientos alternativos de esta urbe. Destacan sus fachadas de colores y su pintoresco mercado de Stables. Pero dejo el pasado y me planto en el embarcadero de Camden Lock. Disparo mi cámara en el mismo lugar y en el mismo sitio donde empezó el resto de mi vida.

Camino por Londres sin rumbo fijo, pero no me guían mis pies, ni siquiera mi cabeza, sino el corazón. Pero llego a tiempo para entrar en mi pub favorito en el que suena la banda The Clash y en la mesa, tal como entonces, dos efectivas pintas de cerveza que brillan como sus ojos.

Should I stay or should I go?

Sergio Calle Llorens

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