Aprovechando
que el puente aéreo Málaga-Londres funciona, como saben, estupendamente,
llego a la capital británica a tiempo de tomar el tren que me lleva a Brighton.
El viaje dura menos de una hora. Una
ventaja que aprovechan miles de personas para trabajar en Londres, y vivir
en el sur. No es que haya una gran diferencia en el coste de la vida entre
ambas ciudades, pero Brighton tiene el encanto del mar. En consecuencia,
el paraíso está siempre cerca de las olas. Todo lo que estoy diciendo es de una
exactitud incuestionable. Aunque no es menos cierto que el que está cansado de Londres,
está cansado de vivir. Pero esta vez le pongo los cuernos a Carnaby Street con Jump
the Gun; el verdadero paraíso de los mods.
En este templo de la moda me hago con
un traje estilo Sixty que me queda de vicio. No puedo dejar de mirarme
en el espejo. Estoy encantado porque el secreto está en la elegancia.
Y la mía no consiste tanto en el traje sino en la forma de llevarlo. Luego compro una Harrington de color
oliva y una camiseta blanca de Oxford. Termino con un jersey de Gabicci.
La ropa perfecta para combinarla con mis Jam stage shoes. Contemplando lo
bien que me queda todo, pienso en aquello de que la elegancia no es hacerse
notar, sino en ser recordado. Y, las
cosas como son, no hay mujer que haya podido olvidarme. Es cuestión de estilo
porque la verdadera distinción no reside en aquello que nos ponemos nos
mejore, sino en mejorar aquello que nos ponemos. Y esta ropa, sin duda, es
mejor colgada de mi percha. Finalmente saludo al dueño que, tras despedirme
efusivamente, exclama en inglés: “Pareces un verdadero mod, aunque siempre me
dices que eres un Mocker”. Salgo
a Gardner Street con una sonrisa dibujada en los labios. Elegante,
siempre elegante.
Sergio Calle Llorens
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