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martes, 21 de septiembre de 2021

¡HORROR EN EL ULTRAMARINOS!

 


La esquizofrenia paranoide no tiene cura. La justicia española tampoco. La enfermedad mental, que no conlleva alteración anatómica observable, se caracteriza por un predominio de ideas delirantes y alucinaciones que suelen resultar en graves lesiones para los demás. ¿Pero qué es un juez? Es un tipo que, tras cursar estudios en una facultad donde jamás se pronuncia la expresión “hacer justicia”, se encierra varios años a estudiar en un piso. Al parecer es la única manera que existe para aprobar las oposiciones a la judicatura. El aspirante a señoría pierde, como el esquizofrénico, todo contacto con la realidad. A resultas de todo esto, cualquier caso que incluya trato judicial entre un magistrado y un enfermo mental grave termina siempre en tragedia. Lo repito: juez y un perturbado maridan lo mismo que “Sevillanas de Brooklyn” con cualquier obra maestra de John Ford.

 Mi tesis explica divinamente la puesta en libertad de Noelia de Mingo después de apuñalar a ocho personas en la Fundación Jiménez Díaz en 2003. Tres de ellas murieron. La atacante, que no pasó por prisión, sino que fue internada en un psiquiátrico, salió del mismo en 2017 para reunirse con su madre casi octogenaria en El Molar.  Los servicios jurídicos del Defensor del Paciente que representaron a las víctimas alertaron del “tremendo error” de su puesta en libertad. No sirvió de anda y, poco tiempo después, Noelia de Mingo ha vuelto a apuñalar.

Pero si grave es la acción de la justicia, no lo es menos el informe favorable de los forenses y psiquiatras acerca de la mejora de la paciente. En el mismo puede leerse que la esquizofrenia paranoide de la Señora De Mingo estaba en completa remisión. Con esta evaluación positiva el juez de turno decidió mandarla con su madre para que ésta, con ochenta castañas encima, supervisase que tomaba la medicación. Era evidente para todo el mundo, menos para su señoría y los psiquiatras, que con esa patología no podía pasar otra cosa. Y a Noelia le dio por hacer buena aquella vieja canción de Alaska y los Pegamoides: “terror en el hipermercado, horror en el ultramarinos”.  

A día de hoy hay dos personas graves en el hospital y el juez responsable de poner fin al internamiento de la susodicha sigue en su puesto. En resumen, no hay consecuencias para esta casta que se sabe intocable. En las próximas horas veremos a la pandilla de tertulianos habituales poniendo el grito en el cielo. Pero no se engañen porque son los mismos que un día niegan las violaciones de grupos de magrebíes y al día siguiente aplauden que los adolescentes se pongan una pila en el ano para tener más energía.

Sergio Calle Llorens

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