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jueves, 8 de abril de 2021

¡MI ESCAPE!

 




A diferencia de los anglosajones que dicen que se sienten bajo las olas cuando les entra la depresión, un servidor se encuentra estupendamente debajo del líquido elemento. Bañarse en estas aguas, zambullirse en ellas, o contemplarlas son mi vía de escape. Una especie de isla de los naufragios donde van a varar las almas de aquellos que se niegan a abrazar la idiocia andalucista. El Mediterráneo como puerto final para escapar de esa nave vieja capitaneada por marineritos de agua dulce que no saben a qué puerto dirigir la nao que, pese a mis advertencias, terminará hundida en el fondo del océano. Lo último que han inventado para destruirnos es acabar con la libertad de expresión olvidando aquella máxima de Roland Barthes: “El que habla no es el que escribe y el que escribe no es lo que es”. Todo para conducirnos a prisiones tan húmedas como un manantial, y tan oscura que es siempre de noche. Que convoquen al fantasma de Francisco de Quevedo y él, si lo estima conveniente, les hablará de la de San Marcos.

Hoy todo el mundo quiere caerle bien al resto de los humanos. Yo no quiero bien a los malos. Mimar al mal es una pestilente costumbre. Me encanta tener enemigos.  Para lograrlo, yo antes escribía mucha poesía satírica hasta que la justicia mandó parar. A consecuencia ello, mi producción en versos ha quedado reducida a cenizas. Quiero decir que sigo escribiendo líbelos, pero no me atrevo a publicarlos. Para sacar adelante mis cuartetas bebo de la mala leche de la realidad. Pero, repito, no me atrevo a publicar nada, aunque mis amigos, que son unos cabritos de cuidado, me animan a componer desenfadados versos.  Afirman que les encanta ver el escándalo que provocan mis poesías. Las muchachas, en cambio, no se muestran tan encantadas por mis escritos. A éstas les digo que el escándalo, por mucho que lo ignoren, amplia las cotas de libertad de cualquier pueblo. Para olvidar mi frustración, busco el Mediterráneo como el sediento se acerca a una fuente.

Tristemente los prohibicionistas han terminado ganando la batalla, pero no la guerra. Porque al campo de la libertad no se le puede poner puertas y, aunque esté lejano ese día, la libertad que gozábamos en Málaga en los años ochenta terminará volviendo. Un tiempo en que podías tocar una canción de rock and roll en tono irreverente y la gente, si no le gustaba lo que cantabas, cambiaba de canal.  Llegará el día en el que los jueces que,  como todos sabemos son infalibles, no puedan entrar en nuestras aguas libertarias para detenernos. Especialmente porque en nuestro medio acuático podrían ahogarse.

Sergio Calle Llorens


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