La propia
existencia de los Estados Unidos de América estaba basada en la
desposesión de la tierra de los indígenas. Si Custer estaba equivocado, la
joven nación compartía ese error. El problema era simple; los nativos vivían
en unas tierras que el hombre blanco necesitaba para desarrollar al país. Para lograrlo depositaron sus esperanzas en el militar al que sólo se le
daba bien una cosa en la vida: ganar batallas. Custer era, por mucho que se
haya arrastrado su nombre por la ciénaga de la historia, un excelente combatiente, además de un grandísimo hijo de puta. La clase de tipo que uno quiere tener al lado cuando las cosas se ponen feas en el campo de batalla. Su plan era recrear "su victoria" en Wichita.
El problema es que las Black
Hills no estaban en venta. Toro Sentado y los suyos sabían que
luchaban por la supervivencia de su forma de vida. Además, en muchos sentidos,
los Lakotas estaban en su máximo esplendor de poder cuando “cabellos
dorados” entró en sus dominios al mando del séptimo de caballería. No sabía, porque los servicios de inteligencia de su país habían fallado, que se enfrentaba a una fuerza colosal armada hasta los
dientes. De hecho, sus soldados llevaban riles Springfields- de menos
cadencia de tiro- mientras los indios portaban los mortíferos Winchesters. Por otra parte, todo aficionado a la historia conoce la siguiente máxima: a conquering people
could not be expectted to surrender without a fight.
Estudiando
con sosiego los momentos previos a la legendaria batalla de little
bighorn, podemos concluir que Custer avanzó porque tenía la
impresión de que los indios estaban huyendo, y de haber sabido que iban a su
encuentro, estoy convencido, hubiese actuado de forma muy diferente. Seguramente no habría dividido sus fuerzas al
tener que enfrentarse con una fuerza superior. Probablemente no habría dejado atrás
las ametralladoras Gatlling-, y el resultado hubiese sido
diferente. No fue culpa de Custer el rocambolesco asalto del Mayor Marcus Reno al poblado donde concentraban sus fuerzas los lakotas, arapahoes y cheyenes.
Las conclusiones
de la comisión que investigó el desastre de little bighorn estableció, y sin ningún género de
dudas, que el gran número de indios fue clave en la derrota. Reno podría
haber estado borracho cuando asaltó, y a pie, el poblado indígena, o podría haber
rayado la insubordinación, pero el factor clave permanece; el número superior
de lakotas y cheyenes y sus ganas de luchar. Intentando prevenir que
los nativos escaparan a campamentos satélites, Custer cometió un grave
error de cálculo al dividir sus tropas. Su decisión fue fatal, pero comprensible.
Por poner las cosas en perspectiva, hay que decir que nadie en el ejército
esperaba un enfrentamiento con una fuerza de tal calibre. Al ser preguntado por la batalla Sheridan declaró
lo siguiente: “ I cant´believe that Custer and his whole command would be swept
away. I don´t think there were enough indians to do it like this”. El
Mayor Reno declaró a su vez que el objetivo de Custer era atacar el
poblado simultáneamente desde los dos lados opuestos al poblado.
Desgraciadamente
la narrativa popular mantiene como verdad indiscutible que la personalidad alocada
de Custer llevó a sus hombres a la muerte en aquella lejana jornada de
1876. Sin embargo, nuestro protagonista demostró ser un gran soldado desde la guerra civil hasta las dos batallas en las que venció en Yellowstone.
Podemos concluir que Custer contribuyó a transformar el viejo mundo en uno nuevo, pero
no llegó a comprenderlo. Hombre de frontera incapaz de entender a los indios.
Fracasado hombre de negocios, pendenciero, mujeriego y jugador compulsivo. Un sureño que luchó por el norte. Racista
que creía en la democracia del hombre blanco como todos los miembros del partido demócratas de su
tiempo. Enemigo de Grant, a cuya administración acusaba
de corrupción en su oficina de defensa, llegó a señalar al mismísimo hermano
del presidente por lo que fue apartado de su puesto, Hombre contradictorio que fue en busca de una victoria militar para redimirse. De haber hallado
el paso correcto del río, hubiese tomado a las mujeres y niños de los nativos
como rehenes. A punto estuvo de salir victorioso.
La explicación
más simple para explicar el desastre del séptimo de Caballería es la siguiente: el
ejército perdió porque ganaron los indios gracias, alguien tenía que decirlo, a la gran estrategia de Caballo Loco. Sin embargo, son legión los que todavía
tratan de justificar la derrota en las tierras dulces de Montana recordando
que el de Ohio fue, además de un loco, el último de su promoción en West Point. A todos habría que
hacerles la misma pregunta: ¿Quién recuerda al primero? Seamos claros; miles de lunas después todavía recordamos al teniente coronel
George Armstron Custer cabalgando hacia la
muerte gritando aquello de “Strike up Garry Owen”. Por algo será.
Sergio Calle
Llorens
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