A Frank Sinatra le llamaba la voz porque
obviamente no conocían a Sleepy LaBeef.
El cantante que ha muerto con 84 años a sus espaldas. Un tipo de dos metros que
tenía, además de Rock and Roll corriendo por sus venas, una enorme generosidad de la que han hablado, y muy bien
por cierto, Loquillo y Carlos Segarra.
Le llamaban El Toro y atesoraba un profundo
conocimiento de los ritmos del sur de los Estados Unidos: swing, country, boogie, blues, honky tonk. No había tema que no conociese.
No había canción que no supiese interpretar. Era, por resumirlo en una frase,
un karaoke andante. De hecho, the
jukebox era su segundo apodo.
Cuenta la
leyenda que trabajaba en Houston en 1955 cuando vio una actuación de Elvis Presley. Fue su epifanía porque
desde entonces supo lo que quería hacer el resto de su vida: entretener con su
guitarra al ritmo de la mejor música que inventó jamás el ser humano.
Grabó para
compañías como Dixie, Wayside y la
filial de Columbia en Nashville. En esos estudios conoció al que sería el
biógrafo del Rey del Rock and Roll,
Peter Gurasinick. Éste dijo de Sleepy
que era la conexión con el espíritu festivo de la década de los 50 de la
centuria pasada.
Los
españoles tuvimos algunas ocasiones para saborear su directo. El concierto en
Madrid en 1987 y sus actuaciones en la
Rockin Race Jamboree de Torremolinos dejaron claro quien era el Dios del
Rockabilly. Y eso que nunca tuvo un gran
éxito pero se redimía en cada uno de sus bolos. Parecía decirnos que mientras
él estuviera en el escenario, el Rock
and Roll viviría para siempre. Un
maestro del Rock más canónico que, entre canción y canción, le hacía un buen
corte de manga a esos críticos infumables que tanto dañaron su carrera como
artista.
Sleepy, que
nos dijo oficiosamente hasta luego con un documental llamado “Sleepy LaBeef rides again” grabado en
el estudio B de RCA, se marchó oficialmente de este mundo hace unos días. En el
cielo lo esperaban Buddy Holly, Elvis y
Eddie Cochram. Los tres Reyes magos del Rock and Roll que, como imaginan, ya son cuatro con
la llegada del gigante de Arkansas. A mí
sólo me queda decirle aquello de Rock on fat man.
¡He will never be forgotten”
Sergio Calle
Llorens
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