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lunes, 23 de diciembre de 2019

RIVERA


Ayer vi dos programas de televisiones españolas, cosa que evito rigurosamente, en  los que los tertulianos hacían sesudos análisis sobre los resultados de las elecciones. Todos pedían la cabeza de Albert Rivera por el mal resultado de Ciudadanos. Hoy, el líder de la formación naranja se las ha servido en bandeja. Pero no les basta. Ellos quieren su sangre y, a ser posible, la de todos los votantes de la formación liberal.  Viéndoles, parecen haberse atiborrado del agua ardiente del hombre blanco y corren sin freno en luna llena dando dentelladas a su propia sombra, Son los mismos que callan cuando Inés Arrimadas es insultada por los del movimiento fascista catalán- el mismo que hará al líder socialista presidente a pesar del fiasco de haber perdido más de 700.000 votos en un cuarto de hora- porque todo vale contra el que no piensa como ellos. La rabia de esta gente, también disparada por el aumento en las urnas de VOX, nos convierte en objetivos prioritarios para ser despedazados.  

Sí, Albert Rivera ha dimitido, demostrando que cuando la nave hace aguas, el capitán es el primero que ha de sacrificarse por el bien de la tripulación. Será la historia, y no un servidor, el que juzgue al derrotado. Pero me da en la nariz que el de Barcelona, con el que comparto muchas querencias, hubiese sido un excelente presidente en el país que, en cada ocasión histórica, siempre termina gritando el “vivan las caenas”.
 
 Lo grave es que los mal llamados progresistas- en realidad son retrógrados- seguirán dando lecciones de democracia cuando el PSOE, de mano de su patético presidente, ha sacado un decreto- ley por el cual podría cerrar cualquier web que les suponga un problema sin que tenga que decidirlo un juez. De haber sido otro partido el que hubiera tomado esa medida antidemocrática, esta pandilla de intolerantes habrían montado manifestaciones en cada esquina.  Pero qué esperar de aquellos que potencian un discurso narrativo de la corrupción patria sin mencionar los ERE de Andalucía que, por cierto, sigue sin tener sentencia condenatoria por aquello de que la justicia es independiente, yo soy Batman y el ministerio fiscal no depende del gobierno- Pedro Sánchez Dixit- sino de Robin, mi compinche. 

Sí, Rivera abandona la política, pero algunos no podemos abandonarnos a la resignación de ser fusilados o condenados por pensar diferente.  Por eso seguiremos aguantando insultos, amenazas, denuncias y hasta comentarios hirientes en blogs en loa que nos recuerdan que debemos cumplir las leyes: las mismas que ellos se pasan por el forro. 

Rivera fue un bonito sueño que ha durado lo mismo que aquella canción de Loquillo y los Trogloditas, escrita por Sabino Méndez, que ahora suena en mi jukebox. Un tema que enlaza muy bien con esos aires de libertad que tienen que ver con ciudades abiertas, cosmopolitas y liberales que tan mal entiende la jauría de perros del libro de las caras o de Twitter. 

Sí, Albert Rivera, español y catalán, se ha marchado. Pero al igual que hicimos caer el muro de Berlín, haremos caer su prisión de ladrillos totalitarios adonde quieren encerrarnos.  Después de todo somos más listos y estamos mejor preparados.

¡Por la libertad!

¡Moltes gracies amic!

*Entrada escrita el día después de la dimisión del señor Rivera. Un artículo que, hasta hoy, no me había atrevido a publicar. 

Sergio Calle Llorens

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