Boris Johnson necesita un peine, la
Unión Europea precisa demostrar a los británicos lo que vale uno mientras a
los españoles nos pilla el divorcio con estos pelos. Para muchos sesudos
comentaristas políticos, la cosa va de cabeza, el Brexit coloca a Gibraltar a un paso de la soberanía
española. Son los mismos que afirman que
la campaña para la salida de la pérfida Albión de Europa se basó en mentiras, como si las otras campañas electorales
hubiesen estado basadas en verdades absolutas. Yo, que ya voy peinando
abundantes canas, recuerdo cuando el
PSOE prometió salir de la OTAN pero, una vez pasadas las elecciones, metió a España de cabeza en la organización
atlántica, por aquello de que los socialistas prometieron cien años de honradez
pero no dijeron cuando empezaban a practicar la decencia. Por no hablar de los
del proceso catalán asegurando que, tras la realización del referéndum, todo
occidente reconocería a Cataluña
como nuevo estado independiente. Hoy, sin embargo, cada vez que el presidente
de la Generalitat va a Francia en
visita oficial- ojo al dato- le colocan junto a sus homólogos de la Diputación de Huesca y León. Un hecho que, aunque silenciado por TV3, provoca que a una
rabiosa Pilar Rahola se le caiga el
pelo funículo a funículo
He escrito
en alguna ocasión, y algunos se han sorprendido, que lo primero que se necesita
para soñar es dormir. Es el descanso lo que nos permite tener la testa
despejada. Anoche, precisamente, yo dormí muy bien. Sólo me despertó el arrullo
del mediterráneo cuya brisa marina mecía mis cabellos. Tras el desayuno pude
fantasear con la arriada de la Unión Jack de la roca. ¡Qué erección más tonta!
A renglón seguido me hice la siguiente pregunta; ¿Gibraltar español? La respuesta lógica, que no se basa en el
sentimentalismo, me dice que naranjas de
la China. Y es que nadie, a no ser que estuviese mal de la azotea o fuese
espectador de Canal Sur- perdonen la redundancia- cambiaría el desempleo
gibraltareño inexistente por el paro africano andaluz que, en algunas
provincias, llega al treinta y cinco por ciento. Dicho de otro modo, ningún
llanito querría unir su destino a una autonomía que no le ofrece más que
miseria.
Pertenecer a
Andalucía, hay que reconocerlo de
una vez, se asemeja a cualquier plaga de Egipto. La taifa del sur donde los honestos son
considerados inadaptados sociales y el errar es humano pero echarle la culpa a los
demás es mucho más del humano andaluz. Por lo tanto, no podemos pedir a los piratas
gibraltareños que cambien de bandera de
la noche a la mañana. Al menos, digo yo, hasta que nuestros dirigentes sean
capaces de convertir las tierras del sur en la California del sur de Europa.
Algo que, de momento, sólo está logrando
Málaga.
Gibraltar seguirá siendo británica aunque la confusión
por la soberanía, que está clarísima, nos lleve a adoptar las medidas oportunas
para que el Brexit nos afecte a
todos lo menos posible. La hora de ajustarle las cuentas a esos cangrejos de
roca llegará. De momento, podemos seguir disfrutando con el espectáculo del Premier
británico tirándose de los pelos mientras Her
Majesty, que posa con corona y bolsito cuan Tinky Winky de los Teletubbies, dice aquello de: “abejas sin
Regina, la colmena en ruina”. Tal vez llegue a convencer a sus zánganos con
la misma facilidad que aquí algunos hacen lo propio con sus ovejas.
¿Gibraltar
español? Circulen que la roca no es una colmena sino un avispero.
Sergio Calle
Llorens
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