Nadie es profeta en su tierra. Y yo, que no soy profeta, ni tengo tierra, solo poseo un mar al que
tornar mis ojos. Una inmensidad
marítima indescriptible e inabarcable. Acudo a ella de noche, con el nocturno
completo que ilumina mis pasos o, en las noches sin luna. Los
sentimientos, entonces, corren igual que los peces que surcan esas autopistas
marinas que llamamos mediterráneo. El
silencio se llena de voces no escuchadas habitualmente. Sobre todo en la
pedanía del pueblo donde habito a ratos. Un enclave colgado entre el cielo y el
suelo. Si miro a poniente, la bahía se
me antoja una belleza tranquila. Si observo el levante, pequeños luceros
surcan las aguas desde donde arriban las voces de los marinos muertos en las
tormentas de alta mar.
Paseando por este mágico enclave, he soñado novelas como “El Guardián del Cementerio” y, siempre
con la madrugada colgada del brazo. A
veces me he topado con una piara de jabalíes y, con alguna que otra lechuza.
Animales que, como un servidor, aman las sombras. Compañeros de fatigas.
Será mi ánima inquieta
y crepuscular la que me empuja a poner un paso delante y otro detrás a estas
horas tan intempestivas. Los momentos en los que siento envidia de aquellos
que partieron a navegar. Tras el paso
nocturno, fluyen las ideas y van naciendo historias o poemas en mi cabeza. Una
locura dada las pocas escalas que hacen los simios erectos al puerto de la
literatura. Pero, donde los demás ven una puerta cerrada yo veo una llave; la clau per a-entendre el món. Las
mejores batallas, como decía aquel, son las que no se rinden. Por eso, vengo
aquí de noche a reunir fuerzas para seguir en la guerra.
A veces, vuelvo la
vista atrás y el pueblecito blanco
reluce bajo los rayos plateados de la luna. Otras, en cambio, las casitas aparecen difuminadas bajo un lienzo de lluvia. Lo que no cambia es el placer que siento al
caminar entre sombras. Creo que solo soy fiel
al hecho de amarlas.
De los acantilados,
otra atalaya que compite en silencio con este lugar, me llegan los susurros
que hablan de lealtad que, aunque no puede ser explicada, a la vez lo explica
todo; A este mar le seré yo fiel hasta después de pasar a peor vida.
Salut
Sergio Calle Llorens