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sábado, 6 de febrero de 2016

FIESTAS

Cuando una leyenda es tan bella para convertirse en realidad tangible, lo mejor es considerarla como la esencia misma de la realidad misma. Como la Epifanía. Lástima que no lo sepa esa vieja cascarrabias que transformó la cabalgata de Reyes en una representación de los siete jinetes del Apocalipsis. Uno de los suyos llegó incluso a soltar un discurso sobre la guerra en Siria. Todo muy apropiado para la mente infantil ávida de magia.

Fiestas hay muchas. Diría que demasiadas. La Navidad es la que más me agrada de todas a pesar de los huecos que van dejando los seres queridos que se fueron. Especialmente porque los avaros en estas fechas lo pasan fatal y no tienen manera de escapar al consumismo reinante. Es divertido verles resoplar cuando se dan cuenta del precio de aquellos presentes que quieren regalar a sus seres queridos. Las que menos me gustan son el Carnaval y el Rocío. En la primera porque el pueblo suele demostrar lo zafio e inculto que es. La segunda porque que haya miles de mujeres atravesando un parque natural sin tener contacto con el agua solo puede ser conocida por un nombre; la Ruta del Bakalao.

Aunque no lo parezca, el tema de las fiestas tiene sus pelendengues. Especialmente para aquellos que no pueden abstraerse del mundanal ruido de una música estridente. Pobres vecinos piensa uno mientras ve avanzar una charanga entonando el Paquito el Chocolatero. Hay cosas peores como esa manía tan valenciana de celebrarlo todo a ritmo de petardo y cohete. 

Pudiera ser que todos nuestros esquemas intelectuales obedecieran a la ley de la pereza. Sin embargo, en cuanto ideamos una fiesta, nuestras mentes diabólicas comienzan a planificar concienzudamente la manera de dar por saco a nuestros conciudadanos. Ni holgazanería ni nada. Todo, absolutamente todo, queda dispuesto en nuestro mapa mental para destrozar el descanso de todos los habitantes del barrio, pueblo o ciudad donde nos encontremos. Por pasarlo bien, somos capaces de ponernos un lindo florero de sombrero o de usarlo para miccionar.  La cosa es divertirse y las horas que haya echado la anciana o señorita en el cuidado de las flores que allí se encontraban, nos importan menos que las últimas declaraciones del Alcalde de Serrato.

Al margen de mi querencia por la Navidad, me gustan las celebraciones junto al mediterráneo como la Virgen del Carmen patrona de los marineros y pescadores. Esas barcas prendidas de luces en las noches de verano. Uno queda absorto largo rato del maravilloso espectáculo con los remos hacia arriba escuchando esa Salve Marinera. Empero, no hay mejor fiesta que la contemplación de la patria salada en esos atardeceres rojos que pasan al rosa con unas aguas azules y turquesas.  Una celebración silenciosa junto al rompeolas. Un festival que queda grabado en la retina de la memoria. Un recuerdo al que volver cuando estamos lejos o las cosas se tuercen.  Mi fiesta.


Sergio Calle Llorens

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