Hay gente tan ligera de cascos como una hoja de acacia. De
este tipo de personas no se libra uno ni en el disfrute del nocturno. Esas
horas en las que un cielo límpido y cubierto de estrellas me hace ver nuestra
infinita pequeñez en el universo. Como
ya saben, me encanta caminar envuelto en la más absoluta oscuridad y amo, al
igual que la lechuza, el búho y el cuclillo, la frescura y la nocturnidad. Caminar a oscuras es cosa bella pero ni siquiera en las madrugadas sin luna,
logro la ansiada paz de espíritu.
Suele ocurrirme que a la vuelta de estos paseos andarines
míos me encuentro con una mujer inglesa, bastante mayor por cierto, con la que
entablo conversación o, mejor debería decir que ella se lanza al acto
comunicativo con un servidor. Siempre ocurre de la misma manera; si yo voy en
compañía de mi can, ella aprovecha el hecho consumado de que nuestros perros se
huelen el trasero para darme cháchara. En caso contrario me ignora. Sus ideas me dejan esa inmensa sensación de
vacío como la calvicie de los cielos diurnos. Cielos que se me
antojan más tristes en las ciudades con río. Sin embargo, no me gusta ser
descortés y atiendo las cuestiones que ella me plantea con mayor o menor
gracia.
Ayer en el estrellado paseo, comenzó a hablarme de la
influencia de los astros en los seres humanos. Una ciencia que en esta parte
del mundo se conoce como astrología. En verdad, no voy a negar lo que afecta la Diosa Noctiluca a mi devenir
nocturno. Especialmente cuando sale de fiesta con la cara lavada y recién
peinada .Un lucero que ilumina cualquier mar y cuya luz en el pasado fue
elemento clave en los bombardeos de las ciudades de Europa más afamadas. Sin
embargo, no logro entender que haya gente que siga pensando que según la
alineación de Júpiter o Saturno, los nacidos bajo el embrujo de esos astros van
a tener más o menos suerte en el tema de la coyunda o, en los negocios.
Desafortunadamente, mi interlocutora, que a estas alturas del paseo está algo
harta de la manía pélvica y reproductora de mi Husky siberiano, responde hablándome del poder de las estrellas y de las Profecías de Michel de Nostradamus. Y todo con su
dulce acento de York de mujer
distinguida.
Igual que el cielo descubre todos sus secretos en las noches
sin luna, la mujer va desgranando su falta de tino cuando empieza a relatarme
todas las predicciones del francés que
se han cumplido: Hitler, Napoleón y
hasta el ataque de las torres gemelas. Su discurso, no crean, estaba bien
hilado. Finalmente, tomo la palabra y le contesto en la lengua de Shakespeare para decirle que Nostradamus siempre me ha parecido un
impostor y que sus profecías son todas mumbo-jumbo.
Un término que podría traducirse como un galimatías.
Afortunadamente, los
hijos de la Gran Bretaña suelen ser bastante bien encajadores y no se toman
las cosas tan personales como, sin duda, acontece con los ibéricos. En verdad,
le digo, ese falso profeta pensaba, como era muy habitual en los hombres de su
tiempo, que la historia era cíclica y por ello se lanzó a crear unas cuartetas
pensando que en el futuro se volverían a repetir los desastres. Por otra parte,
nunca dio una fecha definitiva y escribía 66 y así, claramente, hay muchas más posibilidades de acertar. En cuanto a Hitler, él escribió Hister y
ni de casualidad fue capaz de adelantar la muerte de Enrique II. Lean no me dirán que esta cuarteta se refiere a los
que muchos, una inmensa mayoría, piensan que se refiere:
El joven león vencerá al
viejo
En el campo de batalla en combate singular
En jaula de oro le quebrará los ojos,
Dos flotas una, después de morir, muerte cruel.
En el campo de batalla en combate singular
En jaula de oro le quebrará los ojos,
Dos flotas una, después de morir, muerte cruel.
Y vaya usted a saber a qué leches se refería el tipo porque Nostradamus dirigió una carta al
monarca, fechada el 14 de marzo de 1558
en la que el astrólogo lejos de presagiar su muerte, le dijo que “sería
invencible”. De cualquier personaje
menos del Rey francés.
En lo relacionado con la destrucción de las torres en la
ciudad de Nueva York, el galo se
refería, sin ningún género de dudas, a Nápoles,
fundada por los griegos cuyo nombre etimológico significa precisamente eso “Nueva
Ciudad”- Neos= nueva. Polis=Ciudad-
Concluí mi discurso en el nocturno afirmando que Nostradamus no dio una, ni en vida, ni
mucho menos en muerte. Hubiera sido más
convincente si hubiera escrito algo menos críptico y certero como; “hijo de vaquero con apellido de arbusto en
inglés y nombre del Santo varón que matón al Dragón tomará el poder aún siendo
tonto”. Y para no dejar lugar a las dudas, el año exacto del
acontecimiento. Como no se dio, Nostradamus
será siempre el protagonista de ese chiste en el que un hombre pega en el
portal de un vidente y éste pregunta;”¿Quién es?” y la conclusión es clara: “pues
vaya mierda de adivino”.
Finalmente la súbdita británica se batió en justa retirada y
yo me quedé mirando, al fin, como los
rayos de luna penetraban por las ramas de un pino piñonero con el susurro
del viento que hacía la siguiente predicción: “Amigo husky, tú a esa linda
perrita no te la follas”. Doy fe que la profecía se ha cumplido con creces.
Sergio Calle Llorens
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