Hace unos días pensé
en la posibilidad de hacerme donante de órganos. Sin embargo, tras una
prolongada reflexión sobre el asunto, unos cinco minutos más o menos, decidí
que no era una buena idea. Creo que la imagen de mi corazón palpitando
feliz en el cuerpo de un alto cargo de la Junta
de Andalucía fue más que suficiente
para borrar de golpe mi altruismo. Luego vino a visitarme un angelito para
susurrarme al oído que cientos de criaturas podrían necesitar mis órganos vitales algún día. De nuevo, la visión de mi cuerpo en la
morgue donde una bella señorita trabajaba curiosa sobre él, me hizo desistir
por completo. Además pudiera ser que
mi pene-más conocido como el miembro o también llamado el superior- fuese
trasplantado al cuerpo de un socialista andaluz impotente. Y claro, lancé al
angelito por los acantilados. En serio,
yo a esta caterva no le doy ni la hora, ni la mano en un naufragio y mucho
menos el cipote para dar a las mujeres trote.
En cualquier caso, yo no tengo la culpa de que el personal
se muera en la cochambrosa taifa del sur. Y si tan capital es que el pusilánime siga
deambulando por este valle de lágrimas dominado por “Cara Caballo”, pues que destinen los recursos de Canal Sur a los hospitales. A mí que no
me miren. Yo estoy aquí para contarles
las verdad que, como dijo un gran hombre, es lo más revolucionario que se puede
hacer. Especialmente en una autonomía cuyo nombre debería estar recogido en el
código penal como delito gravísimo.
Por otra parte, da igual que la muchachada corra cada mañana
por los Paseos Marítimos o deje de beber porque se van a morir igual. Incluso
antes de lo que esperan. Y el óbito,
insisto, no tendrá nada que ver conmigo.
Por otra parte, no es solo el código
genético lo que nos condena sino el código postal. La ignorancia mezclada
con la pobreza.
Entiendo que mis palabras pueden herir susceptibilidades
pero, como dijo aquel, se escribe para ofender a alguien pues en caso contrario
estamos escribiendo un ensayito sobre las relaciones públicas. Por eso me alejo
de la corrección política esperando, de alguna manera, que la turba despierte
de su letargo.
Señorías; En el sur, no tenemos, ni lo tendremos
jamás, Estado del bienestar sino el bienestar del Estado que representa el
gobierno confiscador de Andalucía.
Una administración que coarta la libertad con mayúsculas donde a los
niños no les enseñan a pensar por sí mismos, sino a pensar de una determinada
manera. Un mando que condena al trabajador a unas faenas mal pagadas o a la
emigración. Una gerencia en verdiblanco que incluso decide que si uno se
encuentra en estado terminal no pueda ir a la Terminal del aeropuerto a escapar
con el dinero. Y encima, con todo el
morro, quieren que yo les done a estos indeseables el hígado, los riñones y
hasta los testículos de Jehová. Pues ya
les digo que no y que me critiquen cuanto quieran porque, como decía Faulkner; el crítico suele ser el
eunuco en las bacanales.
¡Donante sí, pero de orgasmos!
Sergio Calle Llorens
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