Siempre he dicho que se conoce más a las personas por lo que
callan que por lo que dicen. Ante la condena del opositor a Leopoldo López a 13
años de prisión los silencios de la izquierda española se hacen atronadores.
Ese mirar para otro lado a la sentencia suena como cañonazos que rompen el
alba. Pablo Iglesias, que sí condenó el encarcelamiento de Otegui, se hace
ahora el sordo y, ni siquiera con audífono podrá escuchar el clamor de las
calles de Caracas. Nada bueno, en
cualquier caso, podría salir de la ausencia de los de Podemos en la condena al
régimen fascista de Venezuela en el Parlamento Europeo. Buen día hoy por tanto de recordar a Don
Francisco de Quevedo cuando decía; “donde hay poca justicia es peligroso tener
razón”. Y entre tener razón, o tener la cabeza en su sitio, la mayoría apuesta
por lo segundo. Especialmente cuando la
formación que lidera “el coletas” ha sido financiado por la República Bananera
de Maduro.
Venezuela, que ya tenía muchos mártires, dispone ahora de su
Nelson Mandela particular. Su pequeña celda se convierte de facto en un símbolo contra
la dictadura del socialismo del Siglo XXI.
López, que demostró una gran valentía quedándose cuando podía haber
huido fácilmente a Miami, es la antorcha que dará vida al definitivo cambio
para derrocar a un régimen criminal. Maduro, torpe como pocos, acaba de poner
el último clavo a su ataúd.
Finalmente, la condena a Leopoldo López nos debe servir como
recordatorio de aquellos que se llaman demócratas pero apoyan el fascismo de los
descendientes de Hugo Chávez. La prueba de que la siniestra española sigue sin
bajarse del platanero. La comprobación de que los Albertito Garzón y compañía
tienen un alma estalinista. Por tanto, gracias a estas verificaciones, podemos
y podremos, hacernos un juicio honrado de esa ideología que apenas concibe para
el enemigo ideológico tres caminos a transitar; el exilio, la cárcel o los fusilamientos. Solo me queda elevar un
grito al cielo; Viva Venezuela Libre.
Sergio Calle Llorens
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