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jueves, 17 de septiembre de 2015

¡FOLLEMOS!

La historia de los hombres podría reducirse a un intento por pasar por las armas a sus enemigos para, un cuarto de hora después, pasarse a sus mujeres por el arco del triunfo. Lo comentaba con un amigo hasta que su suegra  hizo un par de observaciones históricas discordantes. El asunto tiene sus agravantes y atenuantes. El caso es que interrumpió una conversación formidable y, como suele ocurrir, las manos del yerno ansiaron el cuello de su madre política. Una guipuzcoana que nunca me perdonó una entrevista radiofónica. Aquella anécdota ocurrió hace ya muchas lunas. Trabajaba yo en Marbella cuando un conocido me llamó para que yo hiciese una demostración sobre el gaélico-irlandés. Yo, que necesitaba la pasta para pasar unos días en compañía de unas gemelas finlandesas, no me negué y tanto me vine arriba que terminé hablando Swahili, Navajo y hasta Vascuence sin tener, ya les digo, ni idea de las tres últimas lenguas. En cualquier caso, fui capaz de enlazar frases con las 45 palabras que conozco en Batua.  Quede ese audio para la posteridad y para la mala baba de la suegra de mi compinche.

Insisto; eran dos hermanas rubias de piernas interminables y pechos generosos. Bellísimas  y yo, en aquellos tiempos, moría por hacer como El Molino con pases de mañana, tarde y noche. Por disfrutarlas, hubiera hablado hasta la lengua de los ángeles . Fueron cuatro días intensos en un apartamento junto al mar. Arriba y abajo, de un lado y de otro. Reescribimos el Kamasutra. Aprendí también a decir no puedo más, sigue y oh Dios mío en la parla finesa. Una lengua con la que se puede saborear muchas cosas. Siempre juntas y todos revueltos. Aún hoy me tiemblan las piernas al recordar la fogosidad de esas criaturas. Curiosamente ayer recibí un mensaje de las dos gemelas tras años sin saber de ellas. Fue a través del Facebook, ese libro de caraduras que siempre muestran lo felices que están todas con “Pablito Pérez en las Islas Chafarinas”. Ese engendro en el que el personal pone cosas como “al final del túnel encontrarás la luz”, o a un autobús, digo yo, que te mandé al otro lado antes de tiempo.  Yo estuve a punto de no ver más la luz en compañía de aquellas Diosas de Finlandia.  La verdad es que me hubiera ido a ese barrio al que nadie quiere mudarse con una sonrisa en la boca. Sonrisa que no se me borró en dos años.

 Ahora que lo pienso, pudiera ser que la no falta de sexo esté directamente relacionada con esa eterna mala leche que hay en España. Después de todo, los hombres necesitamos eyacular-lo dicen los galenos- cinco veces por semana para evitar el cáncer de próstata.  La película se podría llamar “Con la muerte en los Cojones” porque el semen es la causa por la que vivimos menos. Por su parte, las féminas necesitan tener seis orgasmos semanales para regular sus cuerpos.  Con eso está dicho todo.

Por lo expuesto, deberíamos todos tomarnos la vida sin prisas. Contemplar el mar, tocarnos, masturbarnos, relajarnos con nuestros cuerpos entrelazados para que nadie desee pasar por las armas a los contrarios o, al menos, que la mayoría de los hombres no quiera pegar a la suegra y encima obtener una orden de alejamiento de propina. Acerquémonos pues; follemos.


Sergio Calle Llorens

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