Iker Casillas ha sido, con permiso de Iríbar y Arconada, el mejor portero español de todos los tiempos. Un jugador de fútbol que tenía magia. El chico al que todas las muchachas de España querían besar. El yerno perfecto para una todas las madres de la vieja piel de toro. Un niño que se hizo hombre y que llegó a lo más alto en aquella noche de Johannesburgo. Lamentablemente Mourinho inoculó un veneno lento pero letal que llevo al cancerbero a vivir el más terrible de los infiernos. Un ocaso y derribo que prendió en el madridismo convertido desde hace años en un problema mental.
Dice el
patético Pedrerol que el de Móstoles es un pesetero por no querer perdonar ni
un céntimo de su inminente salida del Real.
Él que habría sido incapaz de soportar el bullying al que ha sido
sometido Casillas. Y de renunciar al
dinero es un chiste de mal gusto porque no conozco a casi nadie que hubiera
pasado por el aro. Al menos yo no. Por otra parte, hemos de comprender que el
arquero está llegando al final de su carrera y, es justo que mire por su bolsa.
Comparar las
salidas de Xavi Hernández- el jugador español que más ha ganado de la historia-
con la de Casillas debería conducir a una profunda reflexión a esa afición tan
provinciana como la madridista. El
azulgrana era despedido con alabanzas en cada partido en el Camp Nou y el madrileño solo ha
recibido insultos y pitos. Un auténtico calvario para un jugador criado en la
casa blanca cuyo presidente tiene un
corazón tan negro como el hollín.
Se va un
mito por la puerta de atrás mientras los enemigos del deporte entran por la cancela delantera. En verdad la gran mayoría de aficionados que
ha humillado a Casillas durante los últimos años no han llegado a entender la
verdad; el Barça gana dos de cada tres títulos nacionales y también le mea en
la cara en Europa. Y no es que el Real Madrid no gane, pero es que está por
detrás del Atlético de Madrid y del Sevilla F.C en títulos internacionales en los
últimos años. Desgraciadamente, los merengues aplacan su enorme frustración en
culpar a cualquiera antes de aceptar la cruda realidad ahora que no está Plaza
ni aquellos que tanto les ayudaron en sus robos institucionalizados. Casillas ha sido la coartada perfecta para esa
no aceptación de la que escribo hoy.
Casillas se
va al Oporto donde espero, y de corazón, recupere esa sonrisa de persona feliz
por estar haciendo lo que más le gusta; jugar al balompié . Sería la mejor venganza y encima en
el país del acomplejado Mourinho. Casillas se marcha sin homenajes y en una
mísera rueda de prensa. Un momento detenido en el tiempo que viene a demostrarnos
que el Madrid es la institución más falsa del mundo. Casillas toma la
carretera portuguesa y el Real pierde un grandioso mito. Al final se demuestra
que mientras peor le va al club de Florentino más títulos gana el deporte español.
¡Buena suerte chaval!
Sergio Calle
Llorens
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