El macuto de un soldado es como el bolso de una mujer; un
claro ejemplo de su personalidad. Como no es de recibo hurgar en el bolso de
una dama, uno siempre puede sumergirse en su biblioteca, si es que tiene, para
imaginar de qué forma tiene amueblada la azotea que domina su pensamiento. La
literatura es un faro vital al que agarrarnos en esta existencia. El lujo de la
lectura es un refugio que nos acaricia el alma. Y no hay mejor caricia que una
buena conversa con una damisela instruida a base de experiencia y lecturas. Llega
un momento en la vida en la que, indefectiblemente, hay que perder el culo por
una buena cabeza. De mi amiga lo sé todo y no hay más que añadir salvo que
nunca he entendido que, pese a todo lo que sabe, siempre camine por el peligroso
desfiladero que conduce a ese personaje sombrío cuyo cuello siempre ansían mis
manos.
Hablamos con unas trufas y un vino tinto en la quietud de la
noche. La suave belleza de una montaña que se curva en el nocturno. Debatimos de
cómo trabajar para alcanzar las estrellas y no estrellarnos. Compartimos el código
Rocker, ese que empuja a pelear siempre. Todo es prescindible, me dice, menos
el corazón le replico. Mi amiga parece haberse dejado las ganas de luchar en
otra vida, tal vez casi no le quede vida. Le recuerdo que juramos que la
derrota no tendría cabida en nosotros y que, costara lo que costara, alcanzaríamos
nuestros sueños. Desgraciadamente, en demasiadas ocasiones los sueños son asesinados como
Macbeth. Ella, ya les digo, es experta
en la vida y en esas tragedias que tan bien contaban los griegos.
Se hace tarde y los
dos intuimos un destello de reconocimiento en la mirada. Mi compañera de aventura debe marcharse a
escribir las páginas blancas del resto de sus días y yo, amigo de años, he de dedicarme
a vaya usted a saber qué. Comienza a
tararear ese clásico de those magic changes que evocan tiempos felices de una
ciudad diferente poblada de tribus
urbanas. Recordamos esos chupitos bebidos en aquellos garitos de Pedregalejo.
Rememoramos los baños nocturnos en el mar al claro de la luna y seguimos con
los recuerdos hasta que el silencio se impone. Nos despedimos con un fuerte
abrazo. Veo como se sienta junto a la ventanilla. A pesar de su
altura, parece pequeña y asustada. Le lanzo un beso justo en el momento en el
que una lágrima cae por su mejilla y la maquina comienza a perderse en las
arterias de la noche con rumbo
desconocido. No puedo dejar de pensar en todas esas maravillosas mujeres
maltratadas por sus parejas. Ellas que, por si no lo sabe yo se lo digo, son
el pilar fundamental de la vida. Y por ellas estamos aquí.
Huye mi amiga, tras diez años largos de infierno en
matrimonio, dejando un vacío doloroso en mi alma. Espero que el tren de la vida no vuelva a descarrilarle. Al menos me queda el consuelo
de que en su bolso lleva esas fotos testigos de un pasado que si no fue mejor, al menos lo parecía. Ojalá que mi rostro no se difumine en el ático de su memoria con el paso del tiempo . Dios quiera que encuentre un tío que, además de merecerla, entienda que Dios creó al
hombre y luego tuvo una idea mejor.
¡May be the
force be with you!
Sergio
Calle Llorens
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