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lunes, 5 de enero de 2015

EL DIOS ANDALUZ


Según la Biblia, Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza lo que no ha sido probado por ninguna criatura inteligente a lo largo de la historia. Lo que sí es seguro es que las divinidades de las que se ha dotado cada sociedad humana dice mucho del carácter de los que las forman y, creo, sería mucho más correcto afirmar que cada pueblo crea un Dios a su imagen y semejanza.

El Dios andaluz es, por tanto, un ser paleto y descerebrado que conduce al fracaso más estrepitoso. Un altísimo que siempre elige la peor opción. Una deidad que apuesta por las decisiones demoradas y por el suicidio a largo plazo. No hay problema que no empeore por las sugerencias de ese Dios palurdo que, cada cuarto de hora, susurra nuevas propuestas loquinarias a su pueblo que, de ser el elegido, lo sería para el circo.

El ideal platónico, las enseñanzas de Newton o de Einstein no entran dentro de la religión andaluza. La tradición cabalística judía ha sido prolífica a la hora de entender el lenguaje secreto de Dios, llevando a emplear hasta sesenta sistemas diferentes que van, desde atribuir a cada letra el cuadrado de su valor normal, hasta atribuir el 1 a la primera letra; el 3=1+2 a la segunda; el 6=1+2+3, a la tercera, y así sucesivamente. Y todo porque el creador, tal vez, no lo había dejado todo demasiado claro. Sin embargo, la cábala andaluza tiene un único número; el cero patatero que clava, como nadie el valor de una autonomía absurda y demencial. De Yahvé pasamos a ya ve que Dios más tonto el de los andaluces.


En la difusiòn del cristianimo, el valor numérico de las palabras adquirió un significado místico a la manera judaica pero, en la anunciación del andalucismo todo adquire un valor nulo. Por eso no le debe extrañar a nadie que el símbolo andaluz sea el cero a la izquierda.

En la descripición bíblica del Tabernáculo Dios da instrucciones tan precisas a Moisés que, perdonen la extravagancia, uno tiene la impresión de estar leyendo un catálogo de IKEA. Como dicen algunos sabios, el problema del creador siempre ha sido el mismo; convencer a personas ajenas al oficio de constructor sean capaces de montar un artilugio ciertamente complejo. Lo que no llego a entender que el resultado del andamiaje andaluz no haya valido ni para construir una casa de aperos que llevarnos a la boca. Y es que todas las construcciones que nos ha dictado el Dios andaluz han terminado en una carcajada general.

Si en el Arca de la Alianza, Yahvé mandó fundir cuatro anillos de oro para ponerlos en las cuatro esquinas, el creador andaluz ha mandado fundir todas las esquinas para que su casta sacerdotal viva sin dar palo al agua. Cabe especular, ya lo he apuntado en líneas anteriores, que en los cinco libros del Pentateuco haya un mensaje cifrado. Esa es, después de todo, la base de la cábala pero, en la andaluza lo único cifrado son los ceros que tienen en sus cuentas los que llevan el símbolo de la secta del capullo.

Cada uno crea su Dios a su imagen y semejanza. Los andaluces también y creen en él con la fe del converso. Más preocupados en no poderse tomar unas uvas que en la zorra que se las roba año sí, y año también, el verdadero creador hace tiempo que dejó de prestar atención a un pueblo tan analfabeto que le resulta familiar por aquello de las siete plagas de Egipto.

La religión andaluza se basa en el hecho indiscutible que para entrar en el infierno no hace falta morir. Y todo lo que venga después de ese averno sureño, debe ser el paraíso. Resultado de vivir bajo un Dios absurdo, maníqueo, de manos largas y con querencia por el ácido lisérgico; su creación, como no podía ser de otra manera, le ha salido ciertamente cochambrosa. De nosotros depende acabar con esa deidad tan terrible antes de que sea demasiado tarde.

Sergio Calle Llorens

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