En la vida nos examinamos todos los días y en todos los ámbitos. A veces nos crecemos y superamos las expectativas. Otras, en cambio, no damos la talla y dejamos al personal con un mal sabor de boca. Incluso cuando hemos demostrado nuestra valía durante años, podemos cometer un error garrafal que haga saltar por los aires nuestra reputación. Personalmente temo más a los supuestos amigos que a los enemigos a la hora de juzgarme. Llevo años sufriéndolo en carne propia. Basta que escriba sobre la corrupción sobre la Junta de Andalucía para que se me acuse de cobarde por no incluir la palabra Sevilla. Pero así es de injusta la vida, y así de complicada. De cualquier forma, me parece bien tener exámenes diarios porque siempre me gusta pensar que aspiro a la excelencia. Lo que no puedo admitir que en esas pruebas se admitan diferentes crierios según la importancia del examinado.
Esperanza Aguirre montó un circo para examinar a varios candidatos que han reconocido que todo había estado cocinado en la sede del partido. Vaya que los aspirantes a sustituir a Barcenas, Rato y compañían sabían las preguntas, las respuestas y hasta el mejor ángulo para colocarse ante la cámara. Y a pesar de ir con las cartas marcadas una de las candidatas llegó a afirmar que ella no era "una perra judía". La frase demuestra una vez más que la derecha e izquierda en España comparten ese viejo antisemitismo que huele a Torquemada y a azufre. Como no podía ser de otra manera los insultos han levantado la indignación de la comunidad hebrea en nuestro país. La prensa, no me extraña en absoluto, ha cargado las tintas sobre la falsedad de las entrevistas del PP madrileño pero pasa de puntillas por los calificativos racistas de la candidata. Creo que esta gente que quiere dedicarse a la vida pública no aspira a la excelencia sino a la excedencia. De los periodistas no voy a hacer ningún comentario.
Cuando todo comienza con una mentira, el final siempre es muy inquietante. Cuando alguien te engaña una vez, y cuela, está dispuesto a volver a dar gato por liebre. El PP madrileño lleva años vendiendo un Formula Uno que es, en realidad, una moto gripada. Un fraude que me recuerda al de aquel familiar mío al que su mujer pidió ir al cine en el 25 aniversario de boda y éste, que era experto en operaciones fraudulentas, la acercó a una sala y se marchó al fútbol. Aquello, como ustedes imaginar, no terminó nada bien. El simulacro de Aguirre tampoco.
Sergio Calle Llorens
Un circo, que por cierto les encanta a los ingleses; otra burda campaña de marketing para hacerle ver al ciudadano que están concienciados con el tema de la corrupción cuando sólo ponen parches momentáneos.
ResponderEliminarA los anglosajones les encanta cierto pero ya no sirve ni de parche. Saludos
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