El asunto del Ébola marca el camino de odios africanos de la
arrogante izquierda española. En verdad, a gran parte de ella le importa un
cuerno las víctimas del 11-M o los
contagiados por ese virus maldito que está masacrando a miles de africanos. A
esta gentuza lo que le va es mostrar una imagen apocalíptica del país a causa
de los desvaríos del partido de Mariano
Rajoy. Y no es que la señora Mato
tenga defensa alguna, que no la tiene, pero no se puede incendiar el patio
nacional con mensajes del tipo: “vamos a morir todos” cuando una gran parte del
populacho no tiene ni idea siquiera de lo que es la gripe y, mucho menos, del Ébola.
Podría afirmar que si la ministra de Sanidad no supo ver esos grandes coches en
su cochera, no sería capaz de hacer lo propio con un virus tan invisible como
aquel al que nos enfrentamos. Sin embargo, la turba está convencida de que el PP es heredero de Franco y en ese
pecado capital le va la penitencia. Ellos vienen a decir, los nuestros son unos
completos inútiles pero, sin lugar a dudas, los contrarios son unos fachas y no
podemos tolerar su presencia en Moncloa.
Su concepto de democracia es de vuelo gallináceo; si no señorean los nuestros, hay que abrir un
proceso constituyente que lleve al
Frente Popular del siglo XXI al gobierno.
Esta muchedumbre histérica y chillona acude a sus medios de
referencia que alimenta este odio africano. Cuatro, la Sexta
y El País con trabajos periodísticos más propios del Apocalipsis de San Juan
que de la realidad en la que vivimos. Esas conexiones a todas horas para
demostrar que el presidente español es el Anticristo y sus ministros los
demonios del infierno. Esa falsa solidaridad de Jesús Cintora con los afectados de cualquier causa en sus esperpénticas mañanas, o ese Antonio García
Ferreras que siempre pasan de puntillas sobre la cloaca de sus referencias
ideológicos.
El problema español se basa en el pobre nivel cultural de
una inmensa mayoría tras años de entontecimiento de cadenas como Telecinco, canales autonómicos y
planes de estudios hechos por las peores cabezas de España. Como resultado,
cualquier cantamañanas puede azuzar a la masa atocinada para iniciar
revoluciones que, como todas, siempre terminan con un cambio de gobernantes y
nada más. Acaso con un poco más de pobreza. Este convencimiento mío
me hace recordar aquella anécdota histórica que tuvo como protagonistas a Federico IV de Dinamarca y el Zar Pedro I de Rusia. Estaban visitando
la Torre Redonda de Copenhague cuando el ruso ordenó a
uno de sus sirvientes a tirarse de
cabeza desde aquella atalaya. Huelga decir que el cosaco terminó destrozado en
el suelo. Ante la presencia del cadáver Pedro, que ya se había ganado a pulso
la fama de cruel, preguntó al danés si había súbditos en el Reino de Dinamarca
dispuestos a hacer tales sacrificios por su rey. El monarca le respondió
espantado: “Afortunadamente no”.
Desgraciadamente en España existe
mucha gente dispuesta a saltar de cualquier edificio a la orden de gurús con menos vergüenza que un sindicalista andaluz. Y eso que los que están detrás
de toda esta estrategia apocalíptica trabajan menos que un guionista de los Teletubies.
Sergio Calle Llorens
El pueblo tiene los gobernantes que se merece; si votaramos, aunque sólo sea una vez, para mejorar el país en vez de para quitar un gobierno, mejor nos iría.
ResponderEliminarCierto, pero aquí son legión los que quieren quitar cabezas. Saludos
EliminarQué grande la entrada y qué expresivo. No pares.
EliminarGracias Rafael. Un abrazo.
EliminarEl dichoso traje lo tuve puesto el 3 de Mayo de 2003 durante 7 horas, un turno de hospital, por sospecha de fiebre amarilla. Evidentemente sin curso y sin tener ni puta idea. Y de protocolo jajajaja....
ResponderEliminarCuando paso cerca de un edificio de la Junta de Andalucía tengo un protocolo de seguridad; cierro el culo y me agarro la cartera. Funciona.
EliminarUn abrazo