El 33 es un número maestro que combina los poderes más
competentes de expresión y realización. En la Cabala que nos legó el malagueño Ben Gabirol con
sus enseñanzas místicas del XI muy influidas por el gnosticismo y el
neoplatonismo. De estas cosas las propietarias colindantes no tienen ni
puñetera idea. Y del valor simbólico de esos números maestros tampoco. Lo suyo
es, básicamente, joder al prójimo. La falta de respeto con la que estas arpías nos condenan a que lidiemos con los maullidos de las gatas en
celo y sus excrementos no tiene parangón. Si aplicamos la teoría de otra
habitante de estas calles diríamos que la estupidez de las señoras se basa en que no ha evolucionado correctamente. Curiosa
formula para justificar lo injustificable.
Así que no hay madrugada en la que esos Donjuanes no peleen
por las hembras, las crías lloren por su comida y las mujeres nieguen ser la
responsables de que los mininos parezcan elefantes de lo cebado que los tienen.
Comienzo a sospechar que a mayor frustración sexual de una mujer más atención
reciben esos bastardos. Una de las responsables del desaguisado tiene una cara
como de berenjena hinchada en la que destaca un boniato como nariz. Una tipeja
que rompe con aquella máxima que afirma que las mujeres feas suelen ser
agradabilísimas.
Ante esta situación tengo la opción abierta de llamar al
correspondiente departamento para que se lleve a los mininos. Sin embargo, creo
que no lo haré por dos razones; la primera es que la figura de un gato
maullando a la Diosa Noctiluca
no está tan mal después de todo. Y la segunda se basa en el conocimiento de que con la otoñada podré
volver a ocultarme de esas arpías hasta que el sol vuelva a calentar este rincón
mediterráneo. Tal vez para entonces se hayan muerto más de la mitad. Dejo al
inteligente lector dilucidar si me refiero a los gatos o a esas señoras que
tanto aman sus rabos.
Sergio Calle Llorens
No hay comentarios:
Publicar un comentario