Una de esos trabajos periodísticos tenía que ver con una supuesta violación de madrugada en la Feria de la Capital de la Costa del Sol. Una chica
habría sido asaltada por cinco desalmados que la violaron, inmortalizando la
escena con un móvil. Desde un principio los periodistas se lanzaron a degüello
contra la ciudad. El Alcalde trató de defenderla afirmando que en España se producen muchas violaciones. Sin ir
más lejos en Gandia a la misma hora donde, por cierto, los medios la silenciaron por intereses
espurios. También hubo primates locales que se retrataron; ahí estaba el redactor jefe de la Opinión de Málaga,
retuiteando el odio hacia esta provincia en forma de falso reportaje periodístico. Y al final, todo quedó en un monumental engaño.
La violación no fue tal. La chica mintió. Lo dicen los
testigos. Lo afirma el informe policial y, hasta la supuesta víctima con sus múltiples
contradicciones. Esa que dijo haber terminado a las siete de trabajar cuando,
en realidad, dio de mano a las tres y se fue con los chicos a montarse una
juerga. Esa muchacha que tuvo sexo consentido con ellos y que, al verse
engañada por el vídeo que recogía sus ardores de entrepierna, estuvo a punto de
llevar la ruina a los supuestos asaltantes. Esos que la turba enloquecida
linchaba sin haberles escuchado si quiera abrir la boca. Bien es cierto que tenían
mala pinta y que representan lo más bajo de nuestra sociedad. Pero eso, lejos
de ser una agravante, se ha de juzgar con la misma equidad que a los que visten
con ropa de diseño y huelen a perfume caro.
Una vez conocida la calaña de la mujer- hay que ser mala
persona para mentir de esa manera- los que habían dado por valida la versión,
se lanzaron a insultar a la juez y a todo bicho viviente que les llevara la
contraria. No les importó que ni uno de los acusados, ni uno solo de los
testigos cayera en contradicción alguna. Nada sirvió, ya les digo, para
hacerles cambiar de parecer.
Personalmente me queda clara esa equivocada manera de
entender la igualdad en la que los hombres, ya saben, somos culpables por llevar un
rabo entre las piernas. Manubrio que estamos decididos a clavar en cualquier
moza, por mucho que se resista, a cualquier hora del día y de la noche. Y es
que hoy, una mujer puede llamar a la Guardia
Civil para denunciar una agresión por parte de su pareja y,
aunque sea inocente, el desafortunado individuo pasará la noche en un frío
calabozo. Además todo el caso viene a descubrir a todos aquellos que tenemos al
otro lado de la trinchera malagueña.
La gente debe aprender a mantener la boca cerrada hasta no
tener todos los datos del asunto que quiere juzgar. Luego analizarlos, cotejarlos,
discernirlos, escrutarlos. En una palabra, estudiar antes de alcanzar una
conclusión basada en absurdas teorías de majaronas
como la presentadora de Espacio Público.
.Espero, por
tanto, que todo el peso de la ley caiga sobre esa descerebrada. La justicia ya
está tardando en actuar en nombre de esos jóvenes acusados falsamente como en el de todas las mujeres que sufren violaciones en nuestro país, porque esto no es una lucha de varones contra hembras, o
al menos no debería hacerlo, sino de gente honrada contra los hideputas. Tengan
colita o rajita entre las piernas los desalmados.
Y mientras esperamos que esa señora que lleva venda en los
ojos actúe, estaría bien que todos los que han hablado del caso sin saber y también, de la peligrosidad de Málaga, estando como estaban equivocados, nos pidan perdón de
rodillas mientras se meten un pepino por el mismísimo orto. Más que nada para
que sepan como nos sentimos los malagueños honrados.
Dixit.
Sergio Calle Llorens
No hay comentarios:
Publicar un comentario