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martes, 18 de marzo de 2014

LAS LÁGRIMAS DE NADIA

Siempre he entendido que la transcendencia de la obra reside en la solidez de la prosa. Los hechos o los descubrimientos tienen casi siempre un valor secundario. En mi caso, soy simplemente un grafómano, un hombre con la necesidad vital de escribir. Intento con mis historias, no sé si lo consigo, huir de todo aquello que está edulcorado artificialmente y, a su vez, mostrar mi visión del mundo. A diferencia del periodista que cuenta simplemente lo que pasa, un escritor debe hacer sentir al lector lo que pasa para elevarlo al cielo, o en su defecto, llevarlo a los infiernos. Es eso lo que algunos llaman literatura, el arte de las palabras. Por ello, hoy les traigo una historia terrible con final feliz que, por supuesto, espero que les conmueva tanto como a mí cuando la escuché de boca de sus protagonistas. Si no es mi prosa, al menos, que sea la terrible historia protagonizada por Nadia I la que obre el milagro.

La pesadilla de la pequeña Nadia comenzó el año pasado en  Barcelona cuando sus padres Adelaziz Itrab y Fátima Zohra permitieron que un boliviano se la llevara a Bolivia vacaciones. A la vuelta Grover Morales Ortuño, había prometido traer joyas que son muy apetecidas en Europa. Las propias cámaras del aeropuerto de Barajas grabaron a la extraña pareja aquel 27 de agosto de 2013. El boliviano, que tenía antecedentes en su país por haber violado a sus propias hermanas, se lo tragó la tierra y los padres no tuvieron más remedio que poner una denuncia en comisaría. El 16 de septiembre se cursaba la orden de detención internacional.

Mientras la INTERPOL buscaba a la niña, el boliviano la escondía con ayuda de su padre en Chapare. Nadia comenzó un calvario en la que, además de las relaciones físicas, fue obligada a llevar velo y a no salir sin el consentimiento de su marido- la trataba como si lo fuera- y de sus” familiares políticos”.

Pero la policía le seguía el rastro de cerca. En casa de su hermano Fidel hallaron ropa de la niña y otros indicios. El 27 de enero de 2014, efectivos de la Guardia Civil Española se trasladaron al país andino para apoyar con las pesquisas. Gracias a una llamada anónima se supo que Nadie estaba en Anta Huagana.  Los agentes se desplazaron entonces a la zona con dos vehículos que tuvieron que abandonar por el desbordamiento de los ríos. Luego continuaron a pie durante once largas horas. Finalmente dos helicópteros salieron del cuartel de Chimoré para rescatar a la niña que, por cierto, tiene nacionalidad española. Nadia, que unos días antes había cumplido 10 años, lloró cuando un Guardia Civil le habló en español. El agente le explicó que habían venido a buscarla para llevarla a casa. Ella, por su parte, les confesó que esta tortura iba a continuar hasta el final de sus días. El policía conmovido la estrujó contra su pecho que al poco estaba cubierto por un mar de lágrimas.

Hoy el boliviano sigue detenido, la niña está en un centro tutelado del gobierno regional de Cataluña y, los padres tendrán que responder ante la justicia española por haber permitido que un semi-desconocido se llevara al extranjero a su aterrorizada hija.

De la historia que les acabo de narrar pueden sacarse varias lecturas. Cada cual que se haga la suya propia. En mi caso, y como no podía ser de otra manea, creo conveniente advertir la maldad de muchos de sus protagonistas que, además, es un canto contra el multiculturalismo porque, sencillamente, nuestra cultura occidental es superior a esas capaces de vender a su propia sangre por dinero y, a la vileza de esos indígenas capaces de proteger la violación de una niña de 10 años.

Las lágrimas de esa niña al saberse de vuelta a su país porque sus policías no dejaron de buscarla ni un segundo hasta dar con ella, son la prueba fehaciente de que siempre es mejor tener un pasaporte de un país occidental que el de Repúblicas Bolivarianas, andinas o monarquías de sátrapas marroquíes. Estoy seguro de que Nadia  abrazada al Guardia Civil en ese helicóptero contemplando el escenario de esa selva donde había trascurrido su tortura, recordó a la patria que la había acogido con los brazos abiertos para hacerla suya. Una patria que tiene sólo tres sílabas y cuyo nombre evoca amor, respeto y civilización. Se llama España y es nuestra madre. La misma que fue a buscar a una de sus hijas disfrazada de Guardia Civil.

Sergio Calle Llorens



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