La primera víctima de 27 años se llamaba Inmaculada Olivares y fue hallada muerta en el
dormitorio de su apartamento tras ser
golpeada por una figura en forma de elefante. Inmaculada solía ir a un gimnasio
en el Camino Nuevo y, como cada día que iba a entrenar, se marchó a su casa para ducharse. A
la mañana siguiente de 4 de enero de 1994, se encontró su cuerpo sin vida en la
zona del Cantal. Tenía 27 años. El caso, que ha prescrito al haberse cumplido 20
años del mismo, engloba la lista de los asesinatos sin resolver de la crónica
negra malagueña. Increíblemente, la policía sigue igual de perdida que el
primer día. Son muchos los ojos los que han buceado en las últimas horas en la
que Inmaculada estuvo en este mundo.
Aquel día estuvo trabajando en el laboratorio de su cuñada. Después
fue a comprar varios regalos para el Día de Reyes. Más tarde fue a ver a su
novio que estaba en casa de sus padres con un proceso gripal. Al día siguiente
no se presentó en el trabajo y su novio ,extrañado, llamó a una de las vecinas
para que fuera a ver si se encontraba perfectamente. Le dijo que habían quedado
para desayunar pero que ni había aparecido, ni le había cogido el teléfono. Posteriormente, el novio se desplazó
al domicilio y entró por el balcón de la vecina, encontrándola muerta. Desgraciadamente,
a la escena del crimen entraron muchas personas, incluidos los policías
locales. Aquel error dificultó a los verdaderos profesionales la recogida de
pruebas. La joven estaba semidesnuda de cintura para abajo y en una de sus
muñecas presenta a una ligadura que parecía indicar que había sido atada a la
cama. El robo quedó descartado desde un principio. Ni las puertas, ni las
ventanas habían sido forzadas y los responsables de la investigación se
centraron en dos posibles móviles:
1-) Un intento de agresión sexual que no llegó a consumarse.
2-) Un crimen con transfondo personal.
Casi 20 años después, y misteriosamente casi en el mismo
lugar, otra mujer vio la muerte en circunstancias extrañas. En esta ocasión, el
crimen ocurrió a plena luz del día en el paseo marítimo de La Cala del Moral. Una mujer de
unos 70 años fue degollada por una mujer rubia que vestía de verde con la que,
un rato antes, había compartido desayuno en una cafetería de la localidad. Eran
las 12:40 horas y había gente paseando junto al mar, corriendo o simplemente
disfrutando de una mañana mediterránea. Horas más tarde se encontró un bolso en
un contenedor con sangre de la víctima. Se llegó a detener a una mujer pero
pronto los agentes comprobaron que no tenía nada que ver con el asesinato. Y
luego, como no podía ser de otra manera, Diario Sur nos dio otro titular para
la memoria: “Se estrecha el círculo sobre la asesina de La Cala del Moral”. Huelga decir
que desde entonces, la policía sigue tan perdida como Susana Díaz en un
congreso de mentes brillantes.
Escribo estas líneas observando esa tierra que cae
dulcemente sobre la mar desde estos montes de perfil. Se ve a la patria salada
rizadilla con ese viento que hace tiritar a los marineros y gemir la cuerda de
los barcos. No lejos de aquí, hay un par de Ermitas dedicadas a la Virgen del Mar, tan cerca
de los lugares donde murieron esas mujeres en otro invierno malagueño. Ocurrió
en la provincia sureña donde la policía tiene entre manos más crímenes sin
resolver, debido, dicen, a la presencia de las mafias internacionales en la Costa del Sol. Empero, los crímenes
relatados no tienen nada que ver con mafias, sino con la falta de recursos en
la tierra que más aporta a la taifa. El resultado es que a día de hoy, son muchos los que temen la llegada de la
noche por mucho que la bóveda celestial se pueble de brillantes salpicaduras.
Sergio Calle Llorens
No hay comentarios:
Publicar un comentario