El nuevo presidente del Barcelona afirma que hay un fiscal
en Madrid que no conoce, que no es de los suyos. Pretende que sea uno de
Barcelona que le saque del atolladero del caso Neymar. En Andalucía, Del Nido pide el indulto porque puede hacer más bien fuera que dentro de
prisión. Los suyos, es decir todos los presidentes de clubes de fútbol, menos
los del Málaga, Rayo, Atheltic y Osasuna, han firmado la petición para librarlo
del trullo. Florentino, cuyo partido siempre es en casa, se ha librado de
explicar como supuestamente un banco rescatado con dinero público ha podido
financiar el fichaje de Bale.
Todos estos tipos me recuerdan a aquella peli de Martin Scorsese
en la que se narran el ascenso y caída de tres delincuentes abarcando tres décadas.
Como olvidar esa primera escena en la que Ray Liotta admite que desde que tenía
uso de razón, siempre había querido ser un gánster. Se refería a la idolatrada
familia criminal Lucchese. Desconozco cuando sintieron ellos la llamada del
mal. La llama que hizo prender un deseo malo en sus corazones. Familias del fútbol,
familias de clanes políticos, familias de todo tipo que hielan el corazón de
los hombres más templados.
En cualquier otro país, los ciudadanos que denuncian a los
corruptos son elevados a la categoría de héroes. En Estados Unidos tienen la ley WhistleBlower que protege a todos los empleados que desvelen casos de
abuso, fraude, corrupción o malgasto de dinero público. Una forma de parar las
represalias de un grupo, organización o gobierno que sea responsable de lo
denunciado. Igualito, vaya.
Podrían ustedes pasarse por la taifa del sur y ver la
persecución que está sufriendo Cristóbal Cantos tras haber denunciado las
irregularidades de Invercaria. Fu él quien grabó a Laura Gómiz diciendo “si
estuviera comprometida con la ética, no estaría trabajando aquí”. Tras hacerle
la vida imposible, lo denuncian y lo amenazan en un intento de convertirlo en
un apestado social, en un hombre sin rostro. Se trata de un anuncio a
navegantes para que nadie saque los pies del tiesto.
Desde que denuncio los abusos y corruptelas de la Junta de Andalucía he
sufrido amenazas, seguimientos, insultos, acosos, llamadas a horas
intempestivas, denuncias delirantes. No cuela que tenga testigos, pruebas
documentales y reconocimientos implícitos de que todo lo que denuncio es
cierto. Nada importa. Lo realmente capital es meterme el miedo en el cuerpo y, si
sigo sin dar mi brazo a torcer, hacerme saber que el partido siempre se juega
en casa, en su casa, en un campo embarrado e impracticable, con unos árbitros
de su cuerda. No son pocos los
dispuestos a hacerles el trabajo sucio y, si la ocasión lo requiere, mandar al
osado a cenar con Jesucristo. Gente que soñó con enchufes y prebendas para los
suyos y, una vez obtenidos, son capaces de liquidar al más pintado para no
perderlos.
Sergio Calle Llorens
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