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lunes, 23 de diciembre de 2013

LA HIJA DE PUTA DE VALENTINA


Navidad; luces de colores, villancicos, pastorales y un sin fin de cenas que no terminan nunca, pero sobre todo regalos, miles de regalos. Y para hacerse con ellos, hay gente que se fija mucho en la publicidad, ya sea para un perfume, un liguero o el último libro de John Grisham. Unos minutos de televisión bastan para hacerte una idea de las maravillosas cosas que nos aguardan, con crisis o sin ella, en los centros comerciales.

Los perfumes y colonias son cosas muy socorridas aunque, por cierto, basta con ver sus comerciales para pedir socorro. En uno de ellos, aparece una chica que se escapa y se va a bailar, a besuquearse con los amigos y a correr de todo Cristo viviente mientras una pandilla de desesperados la llama: “Valentina, Valentina” y, ella, parece que le encanta estar desaparecida. Incluso hay un momento en el que se muestra tan feliz que uno diría que se acaba de fumar un cigarrito de la risa. 

En otro anuncio Valentina es sustituida por una tal Chloe. La chica es algo lánguido y ríe medio desnuda al escuchar a su amante, o lo que sea, preguntar si el objeto de sus deseos está allí. Lo hace en francés y ella se descojona retozando sola en la cama y en la bañera. Ni Valentina, ni Chloe deciden contestar a la gente que la busca desesperada. En este punto, me gustaría preguntarme en voz alta si para oler bien y vender colonias, es necesario recurrir a la lengua de Moliere, porque si no, no se entiende la manía de ignorar otras parlas. Bien es cierto es que últimamente también se hacen algunas cosillas en italiano y en inglés.

También recuerdo ese anuncio de perfume en el que un tipo que está a punto de  llevarse al tálamo a una bella señorita y ella le pide cerrar la puerta. Momento en el que la tipeja aprovecha para escapar por el balcón. Lo último que ve el Latin Lover de la mujer es su cara de satisfacción antes de ponerse un casco de moto y salir de allí pitando. Debe de ser la última moda dejar caliente al personal. Una nueva forma de torturar al prójimo.


El último comercial que me ha llamado la atención es el de Ligeressa en el que una mamá se quita las gafas en un paso de cebra para mirarle el trasero a un joven y, como no podía ser de otra manera, una voz en off dice que se come a un yogurín. Eso sí, la chica se va satisfecha por la ciudad sin haber probado cacho alguno. Lo importante, supongo, no es el sexo, sino estar delgada y matar a las amigas de envidia. Y ya les digo, torturar. La mayonesa en cuestión que la compre su padre.

No sé lo que pensará una mujer cuando ve esta publicidad pero el que aquí suscribe, lo juro, jamás compraría un perfume donde aparecieran la hija de la gran puta de Valentina o la descerebrada de Chloe. Tal vez ellas piensen diferente y, la clave resida en que a las féminas les pone, como nada en el mundo, rechazar a un varón. El caso es que yo veo correr a Valentina por las calles de una ciudad italiana y no puedo nada más que desear que la pille un coche. Más que nada para que la puedan encontrar sus perseguidores. Y qué decir de Chloe cuya sonrisa helada me recuerda a mi abuela Ernestina, y a la que deseo toda clase de males. A Chloe, que mi abuela lleva  ya siglos criando malvas.

La publicidad, queridos amigos, utiliza un lenguaje que yo no entiendo pues sólo así se explica que yo nunca compre lo que ellos anuncian. A veces, me sorprendo pensando como alguien decide gastar millones de dólares con tan paupérrimos resultados. El caso es que si lo hacen, debe de salir rentable. Sin embargo, los problemas son los daños colaterales pues de un tiempo a esta parte, cualquier cosa que tenga tetas que a mil leguas se parezca al culo de Valentina y Chloe me pone de una mala leche considerable. El otro día, sin ir más lejos, una camarera se acercó a mi mesa a tomarme la comanda. Era una mezcla entre las dos susodichas. Se movía como una gacela y cuando llegó a la mesa, tenía el seno derecho fuera. Ni se percató y sin mirarme a los ojos, craso error para todo aquel que se dedica a la restauración, se hizo la picha un lío y me preguntó:

- “¿Cómo le pongo?
-  "Me pone palote. Sobre todo cuando me sirve con un pecho fuera"- respondí entusiasmado.

La muchacha se dio media vuelta con el color de las naranjas. Creo que iba a ponerse bien las peras bajo el delantal. Y yo, cabrón como pocos, le iba gritando: Valentina, Valentina. Me estuve riendo hasta la caída de sol.

. Nollaig Shona, Feliz Navidad. Merry Christmas, God Jul. Bon Nadal.

Sergio Calle Llorens


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