Paseo en compañía de mi perro nórdico bajo una
bóveda celestial cubierta de estrellas. Escucho a los grillos algo molestos con
mi presencia. También se dejan sentir los conejos en las profundidades del
bosque. Cada uno habla en su lenguaje secreto que junto a la niebla blanquecina
le dan al lugar un aspecto sobrenatural. Nuuk, así se llama mi perro, sufrió
una embolia de pequeño y, a consecuencia de la misma se le paralizaron los
cuartos de atrás. Sin embargo, sus ganas de vivir pudieron más y el can se
terminó recuperando. Intento disfrutar de su compañía en mis largos paseos.
Nuuk es fiel, y si tuviera que definirlo en una palabra, elegiría un adjetivo
en catalán: Caparrut, que viene a ser algo así como cabezón.
“ Pot aguantar temperaturas que l’esser humá
no resisteix sense protecció. Es una de les races del grup de gossos de Spitz.
El pel llarg, els ulls blaus fan d’aqueta raça una de les mes atractives”.
También le agrada tirar pues, por supuesto,
son perros de tiro con una resistencia asombrosa. Luego tiene una tendencia
innata a matar animales pequeños como roedores y pajarillos. Verlo en acción
bañado por la luz de la luna es un espectáculo. Ladea la cabeza y espera a que
su próxima víctima cometa el más mínimo error para tomarse el aperitivo. No
puedo separarme mucho de él pues cuando detecta el rastro de un animal, lo
sigue hasta las últimas consecuencias. La última vez perseguimos a una raposa
cuya amistad con el que suscribe ha quedado en entredicho.
La noche es un territorio abonado a la
fantasía y a las reflexiones sesudas. El tiempo para amar y disfrutar mientras
el resto de la humanidad duerme. Hay
tanto silencio, que todavía puedo oír la canción triste del mar. Nuuk se
detiene al oír el ulular de un búho que, con toda seguridad, nos observa desde
una atalaya privilegiada. La noche es de una dulzura lineal un poco lánguida
que me estimula una melancolía plácida. Todo es perfecto.
El arte es lo que los hombres creamos como
imitación de la naturaleza, esa que ahora nos engulle con las ramas de sus
árboles largas proyectando certezas. Nuuk camina a mi lado. Parece compartir mi
admiración por ese mágico lugar. Se va percatando de las esencias de los seres
secretos del bosque antes de que yo pueda percibir nada. Finalmente, Nuuk
decide que ya es hora de dormir que también es un arte.
Volvemos entre dos luces, felices, olvidando
las palpitaciones del tiempo. Felices de que la luna haya dignado escaparse de
esas pérfidas nubes que ocultaban su rostro. Del pueblo llegan ladridos de
perro. Pareciera que estuviera suspendido en el cielo. No hay rastro de
presencia humana. Nuuk me guiña un ojo y proseguimos caminando envueltos en las
sombras de la noche.
Sergio Calle Llorens
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