El Real Madrid de Florentino ha gastado 800
millones de euros para ganar únicamente una liga y una copa. Tras poner de
patitas en la calle a Del Bosque, el equipo merengue protagoniza, muy a su
pesar, el mayor de los ridículos más grandes de la historia del deporte. El
mismísimo Mourinho ganó más como traductor del Barça que ejerciendo de primer
técnico del club de Concha Espina. Sólo los fanáticos de la secta blanca son
capaces de defender en público las miserias de un club que, si no fuera por
Bankia y las conexiones políticas, hace tiempo que estaría jugando en segunda
B. Algo similar ocurre con los sindicatos, con su permanente latrocinio de las
cuentas públicas a los que tan sólo defienden los entregados a la causa.
No importa que la Junta de Andalucía haya
recuperado una mínima parte del dinero defraudado con los cursos de formación.
Ellos, erre que erre, siguen afirmando que de su investigación realizada por
una comisión anónima, no se desprende nada ilegal. Lejos de pedir perdón,
acusan a la Juez Alaya
de volver a los tiempos del dictador Franco. De sus declaraciones se desprende
que todos los acusados son culpables pues, sólo de esa manera se pueden
entender unas afirmaciones tan burdas para justificar lo injustificable.
En la
UGT- unión general de trincadotes- no hay ni el más mínimo
atisbo de arrepentimiento. Les han pillado con las mariscadas, los maletines y
los puros pero la culpa, según su versión, es de la pérfida derecha que no les
perdona su existencia. Nada de dimisiones, ni de devolver el dinero a los
parados.
Fuera de los límites geográficos de la
república bananera de Andalucía, Almudena Grandes se mete con la femineidad de la
Juez Alaya. Tras sus declaraciones en las
que afirmaba que las monjas violadas por los milicianos en la guerra civil
sentían verdadero placer, la madrileña demuestra que el humanismo no es lo suyo.
En realidad, no sé muy bien como explicar a las mujeres últimamente. A mí, por
ejemplo, cuando una fémina se enfada conmigo me insulta y me desea la muerte y,
a los políticos españoles, les enseñan los pechos.
Volviendo a la patética Andalucía, la
presidenta elegida a dedo, ofrece un pacto a Rajoy contra la corrupción. Ya
sabemos, por experiencia, que en las tierras del sur cuando algo no funciona,
se hace un pacto. Recordemos; el pacto por el empleo, el pacto por la
movilidad, el pacto por la vivienda, el pacto contra la violencia de género.
Todos ellos consisten en reunirse los responsables políticos de izquierdas con
sus sindicatos para retratar sus hinchados rostros. Al día siguiente, la imagen
dará una vuelta por las rotativas de la prensa subvencionada. Ni que decir
tiene que ninguno de esos pactos ha servido para solucionar ni un solo problema,
pero los andaluces son muy fáciles de engañar.
Los sindicatos nos han estado estafando
durante demasiado tiempo. Era y es un secreto a voces. Sin embargo, la novedad
radica en el hecho de que mientras la comunidad de Madrid ha decidido dejar de
subvencionar los cursos de formación para parados, en la taifa del sur los
socialistas seguirán mandando dinero a los ladrones que la maravillosa señora
Alaya envía a prisión. Debería cundir el ejemplo y que sean los afiliados los
que paguen los vicios de esa pandilla de degenerados. Propongo el pacto contra
la estupidez andaluza. No valdrá para nada, como casi nada en el reino de la
eterna chalaura.
Sergio Calle Llorens
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