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viernes, 12 de julio de 2013

EL LIBRO DE LAS CARAS


Las redes sociales han venido a demostrar que el número de imbéciles es infinitamente proporcional al de corruptos en la nación más antigua de Europa. Basta que aparezca una foto supuestamente sexista en la que unos muchachos tocan las peras a una chica en San Fermín para que se líe parda. También provoca ríos de tinta cuando un toro bravo hiere a varios corredores y, uno de sus hermanos destroza el bazo a un norteamericano.

Conozco la Fiesta de San Fermín porque durante años llevé a grupos de australianos y otras nacionalidades de la Commonwealth a que se divirtieran allí, y eso implicaba, aunque muchos se hagan los tontos ahora, en; follar, beber, tomar drogas y correr delante de los animales que llevan cuernos. No había día en el que no tuviera que llevar a varios al hospital pues en la compañía inglesa en la que trabajaba, era el único que hablaba español. Quiero decir que la mayoría de ellos venía con una Visa para quedarse dos años en Europa y disfrutar de la vida antes de sentar la cabeza en Wellington, Sydney o Ciudad del Cabo.

Por todo ello, debo dejar claro que en San Fermín se viene buscando emociones fuertes. Antes de llegar, se les lee la cartilla y se les informa de lo que pueden o no pueden hacer. Luego cuando arriba el encierro, el ayuntamiento de Pamplona anuncia las recomendaciones en 6 idiomas diferentes. Así que todo el mundo asume un riesgo a la hora de correr. Si se produce una desgracia y el morlaco envía a más de uno a cenar con Jesucristo, no hay que lamentar nada. Sencillamente, reconocer que se jugó una mano peligrosa y se perdió. Un precio muy alto, seguro, pero cada uno es mayorcito para saber donde se mete y con quien.

En cuanto a lo de las fotos en las que varios hombres desesperados metiendo mano a esas damiselas cuya virtud, por cierto, pongo en duda, no puedo aprobar esas prácticas pero les aseguro que no hubo un día en la que esas chicas del otro extremo del mundo me enseñaran sus pechos para que yo los degustara con mucho gusto. Por respeto al hecho de que muchas de ellas están casadas hoy día, no voy a publicar ninguna fotografía comprometida, pero les juro que el número de ellas supera el millar.

El problema es que las redes sociales son lugares virtuales en los que el personal intenta ser lo que no es. La mayoría publica en sus muros grandes frases de importantes personalidades sobre la igualdad de la mujer, la importancia del respeto hacia los demás o la inmortalidad del cangrejo rojo. En verdad, a esa mayoría a la que aludo le importa un pepino esos temas y, mucho menos que a las citadas señoras les agarren las tetas en público. Lo que  le importa  en realidad es aparentar, intentar ser aunque no se sea. El objetivo es ganarse una reputación de buena persona y, si es posible, buscar pareja o cambiarla. Me hacen mucha gracia esas frases sobre la importancia de la educación cuando en su gran mayoría es incapaz, siquiera, de responder a un simple "Hola" o "Buenas Tardes" en esa misma red social.

Como ya he comentado alguna vez me metí en el libro de las caras para comprobar si mis ex habían sacado sus oposiciones a vaca. Ahora que lo he conseguido, uso la red social para mantener el contacto con antiguos camaradas de armas, el resto me la trae tan floja como la Duquesa de Alba luciendo palmito en las playas de Cádiz.

Si aprovecharan todo su tiempo en formarse antes de opinar. Si tan sólo dedicaran varias horas a la semana a pensar en vez de repetir como papagayos lo que dicen otros con menos talento que ellos, no harían el ridículo tan habitualmente. A veces me da tanta vergüenza lo que leo, que tras unos minutos tengo que abandonar Facebook y refugiarme  en un libro de Josep Pla. Una experiencia en la que siento que soy el único que contemplo una noche estrellada mientras el resto de la humanidad duerme el sueño de los bobos.

Sergio Calle Llorens

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