De todos es sabido que María Gámez es más corta que la cola
de un conejo y, por supuesto, el alcalde de Málaga no tiene nada que temer de
cara a las próximas elecciones. Sin embargo, el señor de la Torre le hace un flaco favor
a su ciudad presentándose pues su tiempo, sencillamente ya ha pasado. Prometió
que el estado le cedería gratis el
Campamento Benítez a la ciudad, y nos ha fallado. Afirmó que haría un gran plan
de la judería malagueña y ésta, para nuestra desgracia, se ha quedado en una
placita para que el Pimpi pueda hacer las delicias del personal con su pescaíto
frito. En realidad, Don Francisco vende humo que oculte su lamentable gestión
de la ciudad.
En el cualquier caso, es el nivel bajo en el que la
provincia se desenvuelve. Duele ver los titulares de prensa, sus columnistas de
opinión con sus diagnósticos casi siempre equivocados. Incapaces de dar una
noticia sin cagarla un par de veces. Hace unos días un artículo de la Opinión de Málaga afirmaba
que “las autoridades británicas del consulado de Irlanda habían sido informadas
de la situación de desamparo de una joven que luego desapareció”, sin que los
cimientos del suelo se resquebrajasen. Por no hablar del Diario Sur metido
últimamente a periodistas de investigación con la exclusiva de que todos los
trabajadores de la UMA
tienen a todos sus familiares, o eso querían hacernos creer, estudiando gratis
sus carreras. Culpaban a los funcionarios de los recortes de alguna manera,
pero no dicen nada de los casos de corrupción de Doña Adelaida y la Fundación que dirige su
yerno. Fue triste ver como esa turba chillona y merdellona pedía la cabeza de
los trabajadores de la universidad a los que, tristemente, culpaban de todas
sus taras físicas o mentales.
Si la clase política que tiene que salvar a Málaga pasa por
Bendodo, Gámez o de la Torre ,
apañados vamos. Si el cuarto poder que une líneas en los diarios depende las
exclusivas para que el ciudadano sepa lo que se esconde tras los casos de
corrupción, Málaga tiene un futuro más negro que el corazón de Fidel Castro.
Aquí no hay tácticas ni pactos de gobierno que nos saquen
del atolladero. Apenas una pandilla de patanes que dirigen los asuntos de la
provincia como quien organiza un manicomio. No hay orden ni concierto. Nada que
nos deje un sabor de esperanza a la boca. Málaga seguirá perdiendo todas las
guerras como lleva haciendo desde el año 1981. La prensa comprada, los
articulistas vendidos y los políticos compitiendo a ver quien dice la mayor
parida en las redes sociales, son responsables de que no haya ningún proyecto
que no se eternice. Si el Guadalmedina lleva desde el siglo XIX buscando una solución,
la regeneración de los Baños del Carmen dormirá el sueño de los justos.
El panorama es aterrador y tan triste que haría llorar a
cualquiera que no fuera lo que yo llamo el “majarón malagueño típico”, ese
ser incansable al desaliento que piensa que
el origen de todos sus males está situado en Sevilla. En verdad, la
inteligencia no es la mejor virtud de los habitantes de la capital de
Andalucía, pero es en Málaga donde se consienten todo tipo de barrabasadas con
sus intereses. Llevan tantos años haciendo el más espantoso de los ridículos
que, sin lugar género de dudas, ya lo ven como algo completamente natural. Tal
vez lo sea. Lo único claro es que con una turba tan numerosa es imposible salir
del nivelito mediocre que nos azota. Tan triste, tan cierto. Tan terriblemente
doloroso.
Sergio Calle Llorens
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