Para el Alcalde de Málaga todos los caminos llevan a Roma y,
para María Gámez todos sus conectores mentales la conducen a la idiocia. El
primero tendría que haber dimitido ya por su viaje oficial
al Vaticano a cargo del contribuyente, la segunda debería estar ya presa en la
cárcel de Sing Sing por todo el daño causado a estas tierras. Se defiende el
Alcalde de la capital de la
Costa del Sol afirmando que su legítima iba en misión oficial
como acompañante. Al menos, digo yo, ha tenido la decencia de ir con la suya, y
no, como se acostumbra, con alguna pelandrusca. Empero, su salida sólo puede
ser la renuncia al cargo.
No vamos a descubrir que el señor de la Torre acabó por terminar Málaga
pero ya es un hombre acabado. Casi tanto como la hija del farero con menos
luces que un barco pirata. El problema se presenta en que el PSOE malagueño
pide la dimisión en boca de Gámez, una mujer cuyo perfume habitual es OH DE
CORRUPTA.
Hace un año publiqué con todo lujo de detalles como Gámez
había montado su oficina electoral en la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía, sita en la Alameda Principal.
Allí colocó a su hermano, funcionario de la administración, que entraba por una
puerta diferente al resto de trabajadores para que no vieran que con dinero de
todos, Arturo Gámez se dedicaba a llevar la campaña electoral de su familiar en las redes sociales. El asunto terminó en una derrota sin precedentes para el
PSOE en Málaga. La Gámez no ganó en ningún distrito electoral de la
capital. Los malagueños, sencillamente, habían dado una patada en el trasero
hediondo de María que, dicho sea de paso, era como golpear el culo de la Junta de Andalucía. Mis
investigaciones para la revista digital que dirigía entonces; Región de Málaga,
contribuyeron en parte a su derrota según algunos, pero en mi modesta opinión,
María se condenó sola por sus tejemanejes para que el museo Thyssen fuera a
Sevilla y no a Málaga. Otro de los escándalos que publicamos con todo lujo de
detalles.
Lo que no quisimos publicar entonces por no señalar a nuestras
fuentes que, como siempre, eran dos sin que ninguna supiera de la existencia de
la otra, fue el hecho de que María afirmaba vivir en la capital cuando residía en una casa
de Mijas adonde su chófer iba a buscarla cada mañana. Luego, al acercarse las
elecciones, se mudó a un edificio lujoso en la zona de Huelin. Los que hacíamos
posible la edición digital de la revista, nos reímos un montón cuando ella
declaró que era vecina de la carretera de Cádiz, tomando al personal por lo
que ella es: Idiota. Ninguna de nuestras informaciones fue desmentida por la
susodicha y, mucho menos denunciada, porque sencillamente eran ciertas.
La práctica del nepotismo de Gámez ha sido algo natural en
ella desde que se dedica al mundo de la política. Su forma de conducirse ha
llevado a que la odien hasta en sus filas. Su hermano ha estado de baja hasta
hace poco por la depresión que cogió al ver los resultados electorales. Por
eso, escucharla hoy pedir la dimisión del Alcalde por un viaje a Roma, por el
que insisto debe marcharse, no deja de ser una broma de mal gusto. La lerda
piensa que ha hecho algo transgresor pidiendo una ética que nunca aplica a
todos los familiares que tiene colocados en la
Junta. Y es que para la pobre de María,
transgresión es ponerse el sábado el pijama de los martes. El problema es que, se
ponga como se ponga y se ponga lo que se ponga, lo que le realmente le viene de
perilla es el traje a rayas, de la cárcel, claro.
Coda: Seis meses después del desastre electoral de María Gámez,
su pareja sentimental comenzó a seguirme en Twitter. Un día, me escribió
diciendo que yo escribía muy bien pero que mi radicalidad me había llevado a
que mis colaboradores de la revista terminaran dejándome tirado. Un rumor que,
por cierto, salió de mi mente para saber hasta que punto una de las fuentes que
teníamos en la Delegación
de Gobierno estaba jugando a dos bandas. La realidad es que dejamos de hacer la
revista porque profesionalmente muchos de los colaboradores tuvieron que
abandonar Málaga. Todos ellos siguen colaborando, en la medida de sus
posibilidades, con mis investigaciones.
Sergio Calle Llorens
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