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jueves, 10 de noviembre de 2011

SANZ BRIZ- EL ÁNGEL ESPAÑOL


Durante la segunda guerra mundial un aragonés escribiría una de las páginas más brillantes de la historia de ese terrible conflicto, en el que los nazis sembraron de cadáveres los campos de la vieja Europa. La España de Franco que había recibido ayuda militar de Hitler para derrotar a una república moribunda, no pudo o no quiso alzar su voz sobre los crímenes que estaban cometiendo los nazis. Aunque dicho sea de paso, casi ningún país europeo hizo nada por ayudar a los judíos. Pero qué actitud debía tener España con sus hermanos hebreos, especialmente con los sefarditas que habían sido expulsados de su amada Sefarad.


Por un lado, la propia legislación española era contradictoria al respecto. Valgan como ejemplo el decreto de expulsión de 31 de marzo de 1492- entonces todavía en vigor en 1943 y no fue derogado hasta 1992 por Juan Carlos I- pero Primo de Rivera lo había anulado en parte por el Real decreto ley en diciembre de 1921, que concedía automáticamente la nacionalidad a los sefardíes españoles que así lo solicitasen. Además Ramón Serrano Súñer- cuñado de Francisco Franco- había realizado declaraciones de fuerte carácter antisemita en los primeros años de la segunda guerra mundial. Sin embargo, España jugó un papel más que positivo hacia los judíos, pero no gracias a Franco, sino a la acción decidida de su hermano Nicolás, embajador de España en Portugal- que obligó al sustituto de Serrano Súñer en asuntos exteriores a ayudar a los sefardíes griegos, como por otra parte, era su obligación. Se puede afirmar, que Franco no hizo lo suficiente para ayudar a los hebreos, pero el honor de España fue salvado gracias a la acción de varios diplomáticos, entre los que destacaría a los siguientes:


- El cónsul Bernardo Rolland en Paris
- El embajador Giner Vidal en Berlin
- Los cónsules en Atenas Sebastián Romero y Eduardo Gasset
- El encargado de negocios en Bulgaria Julio Palencia
- El Ángel de Budapest: Ángel Briz



Nuestro héroe multiplicó por cinco la lista de Schindler. Su fama de salvador llevó a muchos judíos de origen español con residencia en el protectorado francés en Marruecos a emigrar a la zona española. Sin duda, eran conscientes de que allí encontrarían la protección que les negaba la Francia de Vichy.. Por lo que podemos concluir que a pesar de la respuesta laxa de las autoridades españolas, fueron muchos nuestros compatriotas los que se jugaron la vida para salvar a otros seres humanos de una muerte segura. Sin duda, todo un ejemplo de sacrificio y trabajo bien hecho.



Hungría y los nazis




En marzo de 1944 la guerra estaba perdida para el Tercer Reich. Los rusos continuaban su avance en el este, y los aliados se preparaban para el asalto a la fortaleza atlántica. En definitiva pintaban bastos para los nazis, cuando al lumbreras de Hitler se le ocurrió invadir Hungría. De inmediato todos los hebreos húngaros fueron obligados a bordarse en sus ropas la estrella de David. Poco, y poco después enviados en trenes de ganado a Auschwitz. Para ello, contaron con la colaboración inestimable de los nazis húngaros de la cruz flechada. Esta fuerza era la encargada de organizar y controlar los campos de tránsito donde les torturaban y vejaban antes de llevarles al matadero. Mientras el gobierno húngaro de Miklos Horthy colaboraba- no le quedaba otra- con los germanos. La delegación diplomática española elevó una protesta a sus superiores en Madrid, en relación al trato que se les daba a los judíos en Hungría. Miguel Ángel de Munguiro, diplomático español, pretendía que las autoridades franquistas hicieran algo con sus judíos sefardíes.


Munguiro ante la falta de respuesta del gobierno, rescató el viejo decreto promulgado por Primo de Rivera en 1921, para concederles la nacionalidad a los judíos españoles. El problema radicaba en el hecho, conocido por todos, de que el número de sefarditas era muy escaso. Sin embargo, el diplomático español quería salvar la vida de los miembros de la comunidad hebrea, independientemente de su origen. Una noche, interceptó un tren donde había 500 niños, cuyo destino era una cámara de gas en Polonia. Sin perder un segundo, les concedió un visado a todos, y los evacuó a Tánger- entonces colonia española- El episodio le granjeó el odio de los alemanes, que presionaron a Madrid para conseguir su cese, lo que consiguieron en muy poco tiempo. Munguiro fue sustituido por su secretario y cómplice en el salvamento de judíos: Sanz Briz. Tenía por entonces 32 años, estaba casado y acababa de ser padre. Tenía mucho que perder dada las circunstancias, pero a pesar de ello, dio un paso al frente y no se amilanó ante las bravatas nazis. Era una labor muy difícil, pero dedicó todas sus energías a salvar judíos.



Sanz Briz y su método



Cuando Sanz Briz comenzó su misión, había en Budapest otros diplomáticos que realizaban una tarea similar. El embajador suizo Carl Lutz creó los llamados Schutzbriefe “Salvoconductos de protección”. El sueco Raoul Wallender- misteriosamente desaparecido tras la guerra- salvó a miles de judíos. Estos modelos fueron en los que se basó el español para salvar vidas humanas. Escribió a Madrid informando de las atrocidades nazis y pidiendo que hicieran algo, pero obtuvo un silencio sepulcral como respuesta, silencio que él interpretó como un haga lo que quiera pero no nos comprometa. En otras palabras, parece que la España de entonces veía con buenos ojos que se salvaran la vida de los judíos, pero no querían quedar mal ante los alemanes. Sanz Briz sabía que los alemanes terminarían tragando con los judíos de origen español, pero dado el escaso número de ellos en Hungría, había que hacer algo más. Por ello, mandó una carta al gobernador de Hungría Adolf Eichmann.


Era una misiva muy educada acompañada de una importante suma de dinero para asegurarse que la SS no molestara a sus judíos. El nazi que luego sería juzgado y colgado en Israel por crímenes de guerra, aceptó el soborno. Eichmann además de ser un criminal era un auténtico sinvergüenza, dispuesto a sacar dinero a toda costa. Los nazis otorgaron al representante español un cupo de 200 personas, que era, el número de personas de origen judeoespañol. Sanz Briz tenía pocas opciones y aceptó el trato, entonces en la embajada española en Budapest comenzaron a preparar los salvoconductos, pero no eran 200 sino todos cuantos fuesen posibles.
El plan era perfecto y funcionó. Ninguno de los pasaportes no tenía un número mayor de 200, pero para evitar la repetición de pasaportes con el mismo número, fueron creando series que iba del 1 al 200. Así del pasaporte número 100, existían varias series A1, A2, A3. Realizando una sencilla operación matemática necesitaban 5 series para salvar a 1000, por lo que Sanz Briz viendo que no llegaban a esa cifra, se inventó una estratagema que daría resultado, y comenzó a conceder el cupo a familias, en vez de a individuos, lo que implicaba, en la practica poder salvar de los nazis a familias enteras. No obstante, tener tantos pasaportes de judeoespañoles podía despertar las sospechas de la temible SS. Con ese temor en mente, no tuvo más remedio de copiar el modelo de otras embajadas para esconder a sus judíos. En cada edificio mandó colocar una placa en húngaro y en alemán, en la que se podía leer: “Anejo a la delegación de España- edificio extraterritorial”. En todos estos pisos tapadera, la embajada española se encargó de llevarles comida, ropa y asistencia médica, hasta que podían organizar su fuga hacia Suiza o España. Ninguno de estos edificios fue violado y “nuestros judíos” no fueron molestados. Bastaba presentar el pasaporte español para que los alemanes les dejaran tranquilos.


La labor de Sanz Briz debe ser considerada de heroica porque un paso en falso, o un chivatazo le habrían llevado directamente a una muerte segura. Su labor, como la de toda la delegación española, es para quitarse el sombrero, pues demostraron una gran humanidad.


Abandono de la embajada



A finales de 1944, el ejército rojo estaba a las puertas de Budapest. Los rusos que no reconocían al régimen de Franco, por lo que Madrid ordenó evacuar la embajada española. Quién se iba a ocupar ahora de los judíos de España. Sanz Briz angustiado por el destino final de aquellos a los que había podido ayudar hasta ahora, decidió que seguiría con su misión incluso hasta después de haber abandonado el país magiar. El español iba a demostrar una voluntad de hierro y apoyado en la sagacidad de un italiano: Giorgio Perlasca, encontraría la solución a sus problemas. Perlasca carecía de título diplomático, por lo que el Sanz Briz falsificó el nombramiento del nuevo embajador español, y Giorgio se convirtió en Jorge, el nuevo hombre de España en el país. La farsa salió bien y los judíos quedaron bajo su protección hasta que el 16 de enero de 1945 los rusos entraron triunfantes en Budapest. Entonces el hábil Perlasca, desapareció sin dejar rastro alguno.


Justo entre los justos



Sanz Briz salvó a 5200 personas que le pusieron el apodo del Ángel de Budapest. A muchos de ellos los sacó de los mismos trenes de deportación. Su memoria fue recordada por esos judíos sefarditas o no- que más da- que vieron en el español y en la delegación hispana a unos ángeles salvadores. El apodo les viene a todos ellos- yo añado a todos los que ayudaron a salvarles la vida- como anillo al dedo. Pero para ser justos, no fueron los únicos ángeles, pues entre todos los diplomáticos españoles salvaron la vida de 60.000 judíos. Recordemos aquí a Sebastián Romero, a Bernardo Rolland de Miotta ,José Ruiz Santaella, o a José de Rogas que mandó poner en las puertas de sus casas un cartel que no dejaba lugar a dudas: “Aquí vive un español”.
Estos españoles salvaron la vida de sus semejantes sin esperar nada a cambio. Probablemente la historia ha sido injusta con ellos. En el caso de Sanz Briz, el gobierno de Israel le otorgó el título de “justo entre los justos” e inscribiendo su nombre en el muro del jardín de los justos de Jerusalén- El rey de España es también el rey de esa ciudad- También el gobierno húngaro quiso honrar su figura descubriendo una placa frente al coqueto parque de San Esteban, en Budapest, en una de las casas donde dio refugio a sus judíos. Lástima que no pudiera verlo, pues el ángel de Budapest murió en 1980, unos años antes del citado homenaje al hombre que salvó la vida de 5200 judíos. Como dice el talmud: “Quien salva la vida de un hombre, salva al mundo entero”.


Sergio Calle Llorens

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