Tuve el place de leer en francés la novela De entre los Muertos de Boileaur y Narcejac. La obra fue llevada al cine por el maestro del suspende Alfred Hitchcock en 1958. Protagonizada por James Stewart y Kim Novak cuenta la historia de un detective retirado aquejado de vértigo que es contratado por un viejo amigo para que vigile discretamente a su mujer quien dice estar poseída por un espíritu. La cinta, que ganó dos Oscars, está llena de alusiones sexuales. En la segunda escena, un diálogo larguísimo en el piso de Midge- Barbara Bel Geddes-, el protagonista masculino maneja un bastón sin saber muy bien que hacer con él, mientras la chica habla de su corto noviazgo. Todo apunta a que el bueno de Sctottie era impotente. El bastón es un sustitutivo de su pene, el mismo que no sabe usar con una mujer en el tálamo. En otra escena, Madeleine, después de su ensayo de suicido viene a darle las gracias a Scottie. Entonces las olas rompen en la playa sugiriendo que se acostaron juntos. Scottie está convencido de que Madeleine es la reencarnación de Carlota- bisabuela de Madelaine- objeto de su obsesión. Por lo tanto, el protagonista de la cinta se ha acostado con una muerta porque es incapaz de mantener relaciones normales con una mujer viva. Justo lo que le pasa a los socialistas en España. Como todos los miembros de su ejecutivo son impotentes para arreglar los problemas de los de este lado, se centran en los acompañantes de Caronte. Y eso les vuelve cachondos Porque no hay nada que les ponga más que hablar de los muertos. Lo último que ha provocado la erección en sus capullos, es el intento de sacar el cadáver de Franco del valle de los caídos. Aquí podemos hacer un paralelismo entre el bastón de Scottie y la vara de mando de ZP y los suyos, que no saben muy bien que hacer con ella. Únicamente usan sus miembros cuando se trata de muertos. Como Scottie, que mantiene una relación sexual con Judy sólo después de haberla trasformado en Madeleine, es igual que ZP incapaz de disfrutar con los vivos. Solo llegan al orgasmo con personas que vagan en el valle de las sombras. La España necrófila. Del brazo incorrupto de Santa Teresa al que se agarraba el dictador Franco, hasta la calavera del gallego a la que se aferra la izquierda cuando las cosas fallan. Fallecidos, que en algunos casos, costó mucho llevarlos a la tumba. Puede que la necrofilia sea del gusto de algunos, incluidas las hijas góticas del presidente. Pero me da en la nariz que es mucho mejor ocuparse de las necesidades de los vivos para que dejemos de acordarnos de todos sus muertos.
Sergio Calle Llorens
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