Una luz
suave y difusa se filtra dulcemente entre las nubes para iluminar un Mediterráneo
en calma. La mar y sus misterios. La postal marina es de una belleza incalculable.
Hay silencio en las arterías que bombean la sangre que nutre el corazón de Rincón
de la Victoria. En la bahía señorea el inmenso crucero Brilliant lady
que pertenece a la naviera Virgin Voyages. Los nombres de estos barcos
siempre me hacen sonreír por alguna razón que no logro entender. Tampoco
entiendo que mis pasos me lleven siempre al antiguo barrio de pescadores cuya
solería está repleta de mosaicos de temática marina. Recuerdos para no olvidar la
eterna lucha entre los rudos hombres de mar y su forma de ganarse el sustento. La
noche y el día. El mar en calma o bajo la tormenta. En cualquier caso, las casitas blancas parecen
contemplar orgullosas la rehabilitación de sus calles. Todo resulta de una coquetería
galante. Por un momento valoro la posibilidad de convertir este lugar en
escenario de mi próxima novela. Un trabajo para recordar que el duelo en la
novela criminal no es entre la policía y el asesino sino entre el autor y el
lector. Recordemos, como decía Sherlock Holmes, que nada resulta más
engañoso que un hecho evidente. Aquí, además de la apolínea línea curvada de
estas playas, lo único evidente es el empeño que le ponen las chicas del club
de remo de la localidad. Mujeres que calientan sus extremidades antes de
lanzarse a la mar.
Caminando
por la orilla veo a una pareja que reza a la Virgen del Carmen colocada
en su cristalina hornacina. La Señora del Mar luce linda en la oquedad de
la piedra. Pronto mis elásticas piernas me llevan a Alma Playa en playa
de Torre de Benagalbón. Un merendero cuyos desayunos, ellos los llaman Combis,
son un homenaje a los sentidos culinarios más avanzados. En este lugar el olor
a salitre se mezcla con el de una cocina bien cuidada y selecta. El mollete
antequerano con aguacate de la tierra, queso fresco y tomate triturado surten
el efecto deseado. Ya puedo seguir
mi paseo al tiempo que la luz de la mañana juega con las nubecitas provocando una explosión de claros en unas aguas que cambian de tonalidad cromática. Precisamente en esta playa aprendí que la belleza no se
mide por los adjetivos elogiosos de los poetas sino por los silencios que
provoca.
Poco a poco
el paseo ecológico de los Rubios me lleva al imponente puente de madera
que conduce a Chilches costa tras dejar atrás el lugar donde guardan los
barcos que salen a navegar a diario. Una
vez cruzado siento un inmenso deseo de acercarme a Benajarafe. Allí
sigue dominando la Torre Vigía que, para mi sorpresa, hoy está rodeada
de un grupo de senderistas. Supongo que hoy han querido conocer los secretos de la Senda Litoral a su paso por el municipio. Esta localidad tiene una extraña vitalidad de día,
pero cuando se alargan las sombras y llega la noche, los lugareños se esconden
tras los muros de sus viviendas. Incluso en un cementerio de madrugada se escuchan más
voces. Por eso, me obligo a prometer que volveré a Benajarafe tras la
puesta de sol y escuchar el arrullo del mar en completo silencio y con la única compañía de respiración profunda.
Al deshacer
mis pasos, el sol castiga en lo más alto convirtiendo mi caminata en un recital de
resistencia. Un paseo de cuatro horas y veinte minutos que yo he completado en
tres horas y media que concluyen en un baño mecido por unas olas juguetonas que
mueren en la orilla de este paraíso inigualable.
Sergio Calle
Llorens
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