La ciudad
del paraíso es capaz de transformar la oscuridad en una luz radiante. Ahí
tienen el Soho malagueño, también conocido como el Barrio de las
Letras, para comprobarlo. El antiguo ensanche que ha pasado, y en un muy
corto espacio de tiempo, de ser un lugar prostibulario a un lugar de referencia de la cultura, el ocio y la gastronomía; calles peatonales coquetas y muy
cuidadas en las que uno encuentra una panoplia de emociones que deja al
visitante con un gran sabor de boca. Y
hablando de ellas; el tema de la restauración sorprende al visitante con
restaurantes que demuestran que Málaga ha subido la apuesta en el tema
culinario.
Empezamos en Yamur con sus ostras y su caviar, sus salazones y con un Juan Morcillo
al frente de los fogones. Otro templo
del buen yantar es la Antxoeta que dirigen y, muy bien, por cierto, Cristina
Socorro y Pablo Caballero. Destacan los canelones y una carta muy cuidada. El
local tiene un toque Rock and Roll años cincuenta. Pero la cosa
no queda aquí porque en Cávala encontramos una nueva cocina del mar. Una
apuesta vanguardista donde los reyes de la carta son el marisco y el pescado
como también ocurre en Noray II con las gambas de Málaga, el
preciado bogavante, las peregrinas, los búsanos y los centollos. Tampoco me
puedo olvidar del Mesón Ibérico o de la Deriva que tiene
cincuenta diferentes tipos de queso y una carta de vino con más de doscientas
variedades nacionales e internacionales. Mención aparte merecen la mejicana Cantina
Niña Bonita y el CB- 23 Antigua Casa de Botes. Este último santuario
culinario es el lugar exacto para deleitarse con el rico caldo de pintarroja
tras haber llegado al éxtasis con unas migas marineras.
Si hablamos
de actividad museística hemos de detenernos en el Centro de Arte
Contemporáneo y en el museo de la Imaginación donde los niños pueden sentir
que están en un cuento de hadas y los adultos retornan a la feliz infancia. No lejos
de estos templos de la cultura y la fantasía, algo que rompe todos los
esquemas, se encuentra un pedacito de Broadway en el Teatro del Soho
Caixabank cuya programación cultural excede el de muchas provincias sureñas.
El Soho es el emblema del arte urbano y de la cultura underground de la ciudad. Lo más característico del Barrio de las Letras son los grafitis de artistas como Obey- autor del icónico retrato a Barack Obama- que adornan los edificios y que empujan al personal a mantener la mirada alta. Un éxito que se engloba dentro del proyecto Maus que convierte a la Capital de la Costa del Sol en un gran mural de artistas de todo el mundo. Artistas que también están presentes en galerías de artes como la JM, la Canalla o la Casa Grund. Sin embargo, en esta zona comprendida entre la Alameda Principal y el Muelle Heredia hay lugares como el Comic Store donde compro algunas joyitas, el Rincón del Cervecero que, a pesar de su extensa y maravillosa carta de cervezas, siempre me decanto por la artesanal Trinidad Blonde. Pero para emociones más fuertes uno siempre tiene a mano La Fábrica y Antojo. Este último es el heredero de la antigua discoteca Max donde las diferentes tribus urbanas de los mágicos ochenta esperaban las canciones de sus bandas favoritas para asaltar la pista de baile. Pensando en ello me asalta la nostalgia por los años vividos, pero también la pena por ver como en el barrio ya no está aquel negocio que se llamaba al Este del Edén. Un paraíso adonde los cinéfilos acudíamos a comprar posters y libros del séptimo arte. Un negocio regentado por un tipo extraordinario que fue el pionero de todo lo que ha venido después. Un personaje que vivía enmascarado en forma de celuloide con el que aprendí que ser el primero no siempre es sinónimo de éxito. El vacío que nos dejó en el barrio es imposible de llenar.
¡En cualquier caso, háganme caso y visiten el Soho!
Sergio Calle Llorens
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