Jutlandia es una pequeña región de Dinamarca
unida a generosos revolcones en la paja con una moza de disposición mullida.
Vuelvo, por así decirlo, a un paraíso sensorial: prados amarillos y forestas adormecidas antes
de la caída de sol. Porque el crepúsculo en estas tierras septentrionales es
lento y pausado. Y en cada esquina un trocito de historia que incluye, quién lo
diría, sacrificios humanos, restos vikingos, sangrientas batallas y leyendas
que palpitan en corazones abrigados por la lumbre de la cultura.
Mi centro de operaciones es la casa familiar
de Harby. Una vivienda alargada con vigas de madera que está situada
junto a bosques y lagunas. Aquí compongo versos mientras por mis venas corre
desbocado el vino de la narración. Bebo cerveza y hablo con mi amigo el druida.
Tiempo de hacer balance a través de las anécdotas, como aquella madrugada en la
que repartimos periódicos en la Kommune y un enorme ciervo se paró en
mitad del camino deslumbrado por las luces del coche. Fue un momento mágico en
cuyo silencio sobrevenido caía la nieve inmisericorde sobre el animal
sorprendido. No lejos de aquel lugar vuelvo a toparme con otro corzo que huye
despavorido en la zona querenciosa de los conejos. Recuerdos indelebles como
mis visitas a la ciudad vieja- Den Gamle by- de Aarhus que
siempre guarda secretos prestos a la descubierta. Tampoco me podría olvidar de Skandeborg,
ni de Ry con su antiguo molino ni de sus pintorescas casas.
Jutlandia parece haber nacido de la paleta de un
pintor impresionista. Especialmente en primavera. En estas comarcas las colinas
se llaman montañas y las mansiones castillos. Todo es dulce en Dinamarca.
Todo está perfectamente organizado por los lugareños que siguen viajando por el
mundo sin prisa, pero sin pausa. Las sombras avanzan por estos lares como manchas de tinta
derramada que envuelven el devenir del país. Cantan los pájaros hasta que el
silencio toma el relevo de la banda sonora de la región.
Aquí la prosa vital está unida a la generosidad
de la tierra. Jutlandia es un aliento de luz tenue, la mirada lánguida y
la promesa de un futuro tranquilo. El embrujo detenido en el tiempo, aunque yo avance hacia la noche
eterna del olvido.
Sergio Calle Llorens
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