Me hubiese
gustado componerle una canción. Cabalgar eternamente las olas subido a sus caderas
femeninas y romper juntos las olas antes de que me rompiera el corazón. Perderme
con ella en la marejada sin dejar la pista clave, esa que me señala como majara. Pagar el precio por tocar su piel, subirme después a un escenario y cantarle mi tonada. Llevarla al paraíso un segundo antes de que me bajara al infierno, y los humos. Salvarla del
dolor del desamor que llevaba escrito en sus pecas. Darle de beber a cambio de
devolverme la cordura.
Lamentándose
están todavía las cuerdas de esa guitarra, instrumento musical que es un
testigo de cargo de la breve historia de amor que nunca cruzó el umbral de
aquella maldita iglesia, ni falta que le hacía.
Sí, me
hubiera gustado que me amase, pero ella me condenó al olvido y yo le pagaría
con mi soledad. Claro que me hubiese gustado, aunque, bien pensado, yo me eché
en los brazos de otras mujeres al tiempo que soñaba proyectos literarios mientras
ella decía; ¿Y a mí que me importa Josep Pla, yo me voy a casar con él?
Fin
Sergio Calle
Llorens
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