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martes, 6 de julio de 2021

¡PLAYAS DE BENALMÁDENA|


 

De los veinte kilómetros de playas que tiene Benalmádena yo me he decantado por playa Benalnatura. Un paraíso para bañarme como Dios me trajo al mundo. De hecho, estas arenas fueron la primera zona nudista de todo el litoral español. Enclavada en una calita rodeada de vegetación exuberante, ni la ola del turismo supone un problema para sumergirte en sus aguas al resguardo de miradas inquisitivas. Esto se explica porque el acceso a Benalnatura es un poco más complicado que el resto de playas de este mágico municipio costero. He llegado en un amanecer púrpura con un oleaje moderado. Huelga decir que, como estoy solo, he tenido suficiente tiempo para inmortalizar las caricias del mar en esta cala tan presumida que presume de contar con los cuerpos más bonitos de la Costa del Sol. De hecho, poco a poco van llegando señoritas que se quitan la ropa con la misma naturalidad que “un gobierno de progreso” prohíbe cosas a los ciudadanos. En estas orillas las prendas sobran como las etiquetas. Es curioso, pero mirando al horizonte infinito que va adquiriendo una coloración rosácea, advierto las diferencias entre los liberales y los progresistas que, aunque usted no lo sepa, son dos tipos de tiburón diferente. Los primeros usamos el lenguaje como herramienta para comunicarnos. Los segundos lo usan como arma arrojadiza para imponernos su agenda política basada en prohibir todo aquello que no les gusta; películas, libros, obras de arte, opiniones, vicios como el tabaco o el alcohol. Además, los liberales creemos firmemente en la libertad de expresión, y los progres sólo la amparan cuando está en consonancia con lo que ellos piensan. Los liberales apostamos por vivir y dejar de vivir. Los progres, por su parte, prohíben todo aquello que no va con su forma de vida. Ellos nacen con ese don prodigioso de saber lo que le conviene a todo hijo de vecino.  Nunca fallan en sus vaticinios. En el fondo estos mal llamados progresistas son más puritanos que un inglés medio de la época victoriana.  En este momento me pregunto por lo que estarían pensando estos retrógrados al ver el culo blanquísimo de la mujer morena que ahora se mete en el agua. Yo diría que son unas posaderas estupendas que rozan la perfección. Una obra de arte dividida en dos cachetes igualmente divinos.  Como la soledad es un catalizador ideal para la creatividad, grabo la imagen del pompis en mi cabeza para componerle unos versos como tributo.  Como experto en lenguas muertas y en mujeres vivas, espero estar a la altura de unas nalgas tan apetitosas.  De pronto, otra belleza morena se sumerge en las aguas con mi sirena.  De su conversación se desprende que ambas son amigas y de Murcia. Sin pensarlo demasiado, tomo mi cuaderno de notas y vierto estos versos que saben a sal y a brisa satírica.

Tiene usted señora mía

Un culo apocalíptico

Si me permite la licencia

De tener esta querencia

 

Es un trasero divino

Dividido en dos cachetes

Que yo como mosquetero

Me quito hasta el sombrero

 

Dos cachetes de personalidad propia

Dos lados sobresalientes

Que producen agujetas

Y el calentamiento del planeta

 

Una maravilla de trasero

Que nunca pone pero

Al tema de la coyunda

Y que en Brasil llaman bunda

 

Es un culo muy murciano

Que quita al sueño

A este singular malagueño

Que quiere tenerlo en la mano

 

Vio la vida en el Mar menor

Ese culo superior

Que me quita la razón

Y pone alegre al cabezón

 

A mi vera señora mía

Su culo no pasará hambre

Aunque yo me quede como alambre

Y a usted no la llamen pía

 

Será símbolo su trasero

De una nueva religión

Que practica la abducción

En singular achicharradero

 

Estoy convencido de que algunos, al degustarlos, habrán sentido el deseo de aniquilarme. Bah, ese deseo criminal apenas merita en el apartado de damnificados de Calle Llorens. Gente que, tras leerme, ansía mi cuello como Hitler el de los hebreos. Además, yo mismo habría matado a muchas criaturas. Especialmente a los puritanos incapaces de contemplar con respeto y admiración la mayor creación del universo; el cuerpo de una mujer. La maravilla que yo admiro y que hoy, desgraciadamente, se considera, al resaltar sus cualidades femeninas, una cosificación de la fémina, pero no se cosen la boca tras pronunciar semejante majadería.  Estoy convencido de que esta gente es un torrente de sandeces que en una playa nudista, como es la de Benalnatura, saca todos los complejos por no disponer de cuerpos tan espectaculares como las de las dos murcianas que ahora se secan al sol. La envidia prende siempre en el corazón de aquellas que jamás sacaban a bailar los chicos más populares en las fiestas del instituto.  Y como nadie las miraba con deseo, pretenden que la que nacen bellas oculten sus sensuales cuerpos tras un millón de excusas.   El mar, que tiene el color de nuestro planeta, y esta playa natural y naturista, son el gran centro de nuestro pensamiento liberal. El componente malagueño que siempre rompió las vestiduras de un traje hecho a medida de las mentes obtusas que no entienden que sus líderes políticos, apóstoles del mal, jamás contemplaron un mar bajo esas nubes níveas que rigen en el cielo en estas mañanas rosáceas que rezuman libertad.  Estas playas, que tienen un encanto indescifrable, albergan todas las formas del querer. Porque se puede hacer el amor en cualquier lado para aprobar la asignatura del conocimiento del cuerpo humano, pero sólo aquel que se ha entregado con toda el alma en estas calitas se licencia con matrícula de honor en la carrera de la pasión.  No sé qué he ganado escribiendo sobre estas cosas en la playa de Benalnatura, pero, estoy convencido; desnudo, lo escribo de nuevo, gano mucho.

La playa de las Yucas es pequeña y es uno de los sitios predilectos del municipio para practicar buceo. También suelen venir muchos a practicar el nudismo, aunque hoy apenas hay gente.  En realidad, esta cala está separada, como la de La Viborilla, por rocas y se accede fácilmente porque está situada en la carretera de la costa. Tiene unos veinte metros de ancho y cuatrocientos de largo.  Mi idea es nadar hasta la playa de Torrequebrada que debe su nombre al casino que se encuentra muy cerquita.  Dicen que la clave para ganar una pequeña fortuna en el establecimiento es acudir con una los bolsillos llenos de monedas. Ellos juegan a ganarla y yo a hacerles ver que me importa.

El problema es que en las Yucas hay cangrejeras y escarpines y, sin el calzado adecuado, mis pies pueden sufrir de lo lindo. Allí he practicado el snorkel en ocasiones. Tras pensarlo dos veces, acudo al lugar en coche para disfrutar de sus aguas cristalinas y límpidas.  Una vez en la orilla me dejo llevar por la visión de la playa, de una barca y del mar que me recibe con los brazos abiertos. Estoy bocarriba en las aguas aturquesadas contemplando un cielo azulísimo.  Entiendo que este paseo por calas recónditas me hace huir de los temores que me acosan como las lechuzas a los ratones de campo. En mi alma anida un sentimiento libertario de puro agradecimiento por haber nacido en estas orillas mediterráneas alejadas del fanatismo de los que ni quieren cambiar de opinión, ni pueden cambiar de tema.  Al sumergirme  completamente para iniciar mi actividad subacuática, veo pasar un banco de peces y, justo en el fondo, detecto unas conchas de los colores que adornan estas playas bajo la dulce luz del crepúsculo. La vida, a veces, puede ser maravillosa.

Creo que la mayoría no conoce la importancia que tiene la torre vigía cristiana conocida como Torre de Benalmádena por la existencia de un muelle en esta cala desde época romana. Torremuelle fue un importante fondeadero en la antigüedad, como han demostrado los restos subacuáticos y Villa Mauritania que se encuentra en las inmediaciones. En este clave de gran importancia, dada la facilidad para atracar de barcos por la cercanía del Castillo de la localidad. En la Playa de Torremuelle tomo varias instantáneas. Creo que las guías turísticas suelen recomendar la visita a esta torre, que se asienta en un espacio circular, en el mes de julio. Yo, siempre tan desobediente, acudo aquí cuando menos se lo esperan las autoridades que, como saben, siempre están dispuestas a cobrar un nuevo impuesto al confiado contribuyente. 

Después de un agradable paseo, deshago mis pasos hasta Playa Bonita. Una pequeña calita de aguas calmadas gracias al rompeolas que la protege. Me siento un rato a empaparme del azul cobalto que va dejándose atrapar por un turquesa en las zonas de las rocas.  Al alzar un poco la testa, veo por el rabillo del ojo a varias gaviotas que mantienen un combate en el aire por una pesca reciente. Estas aves son maquiavélicas y no conocen épocas de peces flacos. De hecho, tienen muy claro que a estas orillas o te muestras combativo o no llenarán el buche. Pasar hambre no es una opción para el ave palmípeda marina de plumaje gris en la espada, y blanco en el resto del cuerpo, de pico amarillo, algo curvo en la punta. Súbitamente la pelea adquiere un carácter épico; se escuchan unos mugidos sordos-las gaviotas no necesitan abrir el pico para chillar- que van en aumento y anuncian la tragedia; el pez se les escapa y, para la desgracia de las combatientes, cae al mar donde otra compañera da cuenta del botín. Ahora Playa Bonita se llena de gritos amenazantes. Una letanía aguda y estirada. Es el  sonido que llega del aire. La quintaesencia del mar que nos evoca todo tipo de recuerdos a los mediterráneos. Un grito que yo traduzco a nuestra peculiar jerga de hombres del mar: Los tiempos duros hacen hombres duros. Los hombres duros hacen tiempos dulces. Los tiempos dulces hacen hombres débiles. Los hombres débiles hacen tiempos duros. Por ello, la conclusión es evidente; evite siempre a los hombres débiles.  Lo que uno puede aprender de estas especies marinas no viene en ninguna guía de turismo y, menos, en los pobres diarios de tirada comarcal.

Finalmente llego entre dos luces a un restaurante con vistas a Playa del Bil- Bil. No estoy lejos de ese imponente castillo en el que se celebran eventos culturales durante los meses de verano. Se dice que el responsable de la programación musical del Castillo ha sido detenido en varias ocasiones por los infumables espectáculos con los que tortura a los lugareños y forasteros. Para olvidarme del asunto, y también para retomar fuerzas, me tomo una lubina bien condimentada que acompaño con un vino blanco de uva atintada. La vida puede ser maravillosa. 

Sergio Calle Llorens


 


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