Esta madrugada llueve con intensidad. Algún gracioso debe haberse dejado
abiertos todos los grifos del cielo. Los ecos de la tormenta se funden con el
tañer de las campanas de la ermita cercana que, como en todas las poblaciones
mediterráneas, tocan por el alma de los marineros perecidos en alta mar. Neptuno,
como bien sabemos en estas orillas, no hace nunca prisioneros. A lo sumo
devuelve los cuerpos de los hombres de mar a la orilla para que las viudas
cumplimenten el velatorio. Si se piensa bien, es todo un detalle por su parte.
A cambio el Dios del mar se quedan con sus almas para siempre. Al menos eso es
lo que se deduce de las olas mecidas en la atardecida.
Llueve, y mucho, sobre mojado mientras unos mojan el churro, y otros se
mojan con esa cara de panoli que se le pone a uno cuando está a merced del
líquido elemento que cae, sin piedad, de los cielos oscuros. De pronto un
relámpago y, a los escasos segundos, la celestial pirotecnia alcanza su máxima
potencia. El hombre del tiempo tenía razón y, por una vez, acertó el pronóstico
muy a pesar de los pequeños propietarios de mangos y aguacates de la comarca
de la Axarquía. Tal vez el segundo cultivo tropical más pujante en la Región
de Málaga pueda alcanzar al primero; el del aguacate- Veinte millones de
kilos de fruta son muchos millones. El campo malagueño, en todo caso, goza de
muy buena salud y exhibe músculo al resto del país. Mis paisanos aman ser los
números uno en todo. Una manía que les viene de cuando Málaga era la segunda
ciudad industrial de España. Yo, que disfruto como pocos con sus triunfos,
me congratulo porque han convertido a esta tierra con su esfuerzo en el motor
económico del sur peninsular. Es justo reconocer la competitividad y las ganas
de agradar. A veces pareciera que
Málaga, tan alejada de la rancia aristocracia de otras provincias, es una isla
donde se hablan doscientos idiomas distintos cuya lingua franca es, sin duda,
el comercio. Un islote que, probablemente a la deriva, amarró su destino al
noray de un puerto llamado Mediterráneo.
Sigue lloviendo sobre el mar y mucho.
Sergio Calle Llorens
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