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domingo, 14 de enero de 2018

¡ME TOO!

La altísima calidad espiritual de las francesas ha quedado demostrada estos días con un manifiesto en contra del puritanismo. Las firmantes, encabezadas por la grandísima Catherine Deneuve, afirman que “la violación es un crimen. Pero la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”. Por su parte, la periodista Elisabeth Lévy ha tildado de infecto el movimiento iniciado por etiquetas como  #MeToo o #balancetoporc.  La actriz de Belle de Jour llega un poco más lejos preguntándose lo siguiente: “ ¿Qué será lo siguiente? ¿Denuncia a tu puta? 

La actitud de las mujeres francesas contrasta, y una vez más, con la de Oprah Winfrey que tras años lamiéndole el culo al señor Weinstein, nos lanzó un discurso hipócrita en los Golden Globe contra los casos de abusos sexuales. Ella que calló durante décadas lo que era un secreto a voces.

  Hollywood es, como todo el mundo sabe, una fábrica de sueños que en muchos casos terminan en pesadilla. Una factoría de ilusiones, también de depravados, que sermonea al mundo desde una supuesta superioridad moral que no es tal.  Por eso el manifiesto firmado por las actrices francesas se me antoja tan necesario. Y es que ha llegado el momento de ponerse detrás de una nueva Grand Armée napoleónica que nos libre de ese horrible puritanismo que nos llega desde el mundo anglosajón.

 Catherine Deneuve se ha convertido en el símbolo del lugar al que todos queremos ir; la libertad.  Esa en la que no creía, ni cree, el zote de Rodríguez Zapatero- a este cretino habría que juzgarle por ser responsable de la crisis que a punto estuvo de llevarnos al sumidero de la historia- que llegó a convertir a los hombres en responsables de todos los crímenes posibles. Y es que hemos de recordar que en el siglo XXI cualquier denuncia que presente una mujer en un juzgado español, sea falsa o no, da con los huesos del caballero en un frío y peligroso calabozo. La perversión jurídica, apoyada por todos los tertulianos y pagafantas de este país, radica en el supuesto que un señor es culpable hasta que no demuestre su inocencia.

Soy de la opinión que los violadores no son recuperables para la sociedad y que, llegado el caso, han de cumplir integras sus penas y ser castrados químicamente. Empero,  meternos en el mismo saco a todos los santos varones porque nos gustan las señoras, es algo inadmisible. Nadie debe dimitir por haber intentado tocar la rodilla a una señorita, ni mucho menos por haber mandado mensajes de marcado carácter sexual a una mujer. El regreso de esta moral victoriana, como bien advierten las francesas, oculta una agenda que pretende acabar con la libertad sexual que hoy disfrutamos.  Y por la libertad, como dijo Don Quijote, se puede y se debe aventurar la vida.

 Por cierto, ahora que contemplo el trémulo vaporoso de los barquitos en alta mar que me permiten las bajas arboledas bajo las estrellas, no creo que haya ninguna mujer que se encuentre embarcada a estas horas de la madrugada. Tal vez por ello haya llegado el momento de que esas feministas se aventuren en la mar, vestidas de negro, por supuesto, con la leyenda; “me too”. 


Sergio Calle Llorens

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