Épico, glorioso, brutal, heroico, tremendo, portentoso y
maravilloso son algunos de los calificativos que se me ocurren para valorar la actuación de los jugadores
del Unicaja Málaga en la final de
Valencia. Un prodigio en forma de baloncesto que fue capaz de regalarnos el
segundo cetro continental que lleva el nombre de la Eurocup. Una victoria contra todo pronóstico. Un triunfo que
cierran el pico, y de una vez por todas, a todos los agoreros que nos circundan
a diario. Una remontada de campeonato, con descalificación de Omic incluida, que llevó a la región
malagueña a sentarse en el Olimpo en compañía de sus Dioses.
El Baloncesto Málaga,
además de proclamarse campeón de Europa,
regresa a la Euroliga por la puerta
grande. . El
éxito, y éste no podría ser menos, tiene muchos padres; la dirección de un Joan Plaza que fue capaz de poner a un
equipo de bajitos que se comieron, y literalmente, al jugador franquicia de
Valencia; Dublevic. El arrojo de Alberto Díaz que anotó, defendió y
peleó como lo que es; malagueño. El aplomo de Smith. La clase y el descaro
de Nedovic. La pasión campanuda de Omic. La experiencia de Carlos Suárez que peleó lo indecible y, en el lado contrario, que
todo hay que decirlo, la inoperancia del entrenador rival que no supo convencer
a los suyos de que dejaran de lanzar tantos tiros de larga distancia teniendo,
como tenían, ventaja en la pintura. Y la fe. Esa capacidad humana que nos hace
pensar que Dios siempre bendice a los valientes. Por eso, hablar de baloncesto épico, y del bueno, es hablar de este rincón del mediterráneo.
Nuestro club demostró ayer, una vez más,
que es el referente en el que se ve reflejada la ciudad cosmopolita, abierta,
mediterránea, mercantil que nada tiene que ver con la tierra indolente que tan bien representa la Junta de Andalucía cuyas autoridades, por cierto, no acompañaron
a los nuestros camino de la gloria. De haber sabido que saldrían victoriosos,
allí habrían acudido. Afortunadamente ya cada vez hay menos malagueños que se
dejen engañar por esta taifa ficticia que tanto nos resta.
Fiel a mi tradición de ponerle banda sonora a las victorias,
hoy he optado por terminar esta columna recordando el cuarto y último sencillo
del A kind of Magic de Queen. Un
tema con exuberantes arreglos orquestales conocido como Who wants to live forever que es un eco sentido de las luchas
eternas que aparecen en la película los
Inmortales. La respuesta, a quién quiere vivir siempre, es evidente: MÁLAGA.
Sergio Calle Llorens
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